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278 TEÓFILO E. DE GUSENDOS y que con eficacia tan suavísima que, sin violentar las causas, logra siempre los efectos. Más prúvido se muestra en el mundo moral, en el ser de la gracia; dejando libres las causas racionales, consigue lo que quiere por sus contrarios. Tema XIV: « Tiene Dios bellas manos / pues lo da todo; / en tanto extremo, / que sin reserva alguna/ se da a sí mismo» (335-338). Discurso XIV: De la perfecta liberalidad de Dios (338-357). Es el más poderoso hechizo entre las perfecciones divinas: en todas partes encuentro a su Majestad con cien brazos y cien manos para hacerme bien; no veo lugar, ni tiempo, ni momento que no esté marcado de sus liberalidades. En la Eucaristía, el Señor acabó de derramar todos los raudales de su liberalidad, como también de su bondad, poder y sabiduría. Tema XV: « Si del talle perfecto / es el ser grande, / tiene el Dueño que adoro / muy largo talle ». Un talle infinito que no pueden compren– derlo cielos ni abismos (358-360). Discurso XV: De la infinita grandeza e inmensidad del ser de Dios (361-376). Dios llena todos los espacios, especialmente los íntimos de nuestro corazón. En cada perfecdón está su inmensidad, suma e infinita en la divina y única esencia de la Trinidad. Tema XVI: « Dios no ha sido / mozo ni viejo, / porque en sus trece, / la eternidad sin tiempo, / siempre le tiene ». Y siempre invariable (377- 380). Discurso XVI: De la eternidad del ser de Dios (380-401). Su eternidad es el fundamento de todos los tiempos y duraciones; es además « una posesión total, simúltanea y perfecta de una vida sin término ». Tema XVII: « Quien es bello sin arte / más primor goza, / y Dios ha sido / siempre hermoso en extremo, / sin artificio» (402-404). Discurso XVII: De la divina simplicidad (404-420). En ella se ven los atributos divinos tan proporcionados e identificados entre sí, que convienen en un orden y en una misma esencia. Esta simplicidad hace que Dios sea todo lo bueno y cada bondad y perfección particular. Tema XVIII: « Si en el pie la inconstancia / se representa, / Dios nunca se muda, / pues que constante / en un ser siempre firme, / se ve inmutable» (421-424). Discurso XVIII: De la inmutabilidad del divino ser (424-443). Dios, plenísimo de perfecciones y simplicísima perfección, ne– cesariamente ha de ser inmutable, incluso gobernando al mundo y mu– dando los tiempos. Más admirable que en el gobierno de la naturaleza es la estabilidad de Dios en el gobierno espiritual de las almas. Tema XIX: « Lo demás al silencio / dejo el decirlo / pues que inefable, / ni la voz, ni el silencio / puede explicarle ». Ni le puede dar a entender cuanto de El se dice, ni cuanto de El se deje de decir (444-447). Discurso XIX: De la divina inefabilidad (448-465). No hay nombres ni renombres que puedan significar el ser inefable de Dios y declarar per– fectamente la perfección de su ser. No perdamos tiempo en buscarle nombre: alabemos y confesemos, callando, la inefabilidad de su naturaleza.

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