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268 TEÓFILO E. DE GUSENDOS Padre Fuente la Peña, en su libro del Ente dilucidado, prueba muy bien que los duendes ni son ángeles buenos ni ángeles malos, ni almas sepa– radas de los cuerpos. La principal razón es que los juguetes, chocarrerías y travesuras,. que se cuentan de los duendes, no son compatibles ni con la majestad de los ángeles gloriosos, ni con la tristeza suma de los condenados. Esta razón milita del mismo modo respecto de las almas separadas, porque éstas o están en gloria o en pena...; infiere el citado autor que son cierta especie de animales aéreos, engendrados por putre– facción del aire y vapores corrompidos » 18 • Para Feijoo, no existen tales duendes o animales aéreos, por argumentos de repugnancia física; pero no ataca al P. Fuentelapefia, como sí lo hará con otros capuchinos y en otras materias 19_ En la segunda mitad del siglo XIX críticos y libreros desempolvaron el bicentenario libro del P. Fuentelapeña, emitiendo juicios dispares. En 1872 el bibliófilo Pedro Salvá y Mallen consignaba este parecer imperti– nente, absurdo y sin fundamento: « Parece imposible el que un padre capuchino sea el autor de esta obra llena de los absurdos más monstruosos, de las vulgaridades más necias y hasta de las indecencias más soeces; y lo que causa mayor sorpresa es que el volumen vaya encabezado con las aprobaciones de dos o tres reverendísimos y con la licencia del ordi– nario, el cual no encontvó que contuviera el libro "cosa alguna contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres" » 20 • Pensamos que Salvá y Mallen se limitó a una ojeada al índice de cosas notables y no llegó al pvólogo, donde el P. Fuentelapeña advierte: « Contentareme con usar de los términos más propios e inmediatos, sino es que ya, en algunas materias que lo pidan, use de algunos rebozos por honestos, o de algunos círculos por rebozados, queriendo en las materias menos puras quedar ante menos entendido, que parecer sobradamente explicado; si bien los teólogos en las materias morales de matrimonio, de lujuria y en otras no usan de diferentes términos, que de los que explican y declaran el asunto, sin que por eso se les pueda argüir de inmodestos ». Una norma que reitera y observa en el curso de la obra. Diametralmente opuesto a la injusta y falsa estimación de Salvá, es el juicio emitido en 1873 por el polígrafo Adolfo Castro, quien valora 18 Benito Jerónimo Feijoo, Theatro crítico universal III, 3.• impresión, Madrid 1732, 68; o también en el tomo II (Colección « Clásicos castellanos», 53), Madrid 1941, 7s. 19 Eran éstos los PP. Marcos de Tronchón y Rafael de Torreblanca, defensores del lulismo, por el que Feijoo sentía una exasperada antipatía (cf. Cartas eruditas II, Madrid 1773, 158-199, carta XIII). También fue refutado el P. Luis de Flandes (Cartas eruditas III, Madrid 1781, 33-80, carta IV). 20 P. Salvá y Mallen, Catálogo de la Biblioteca de Salvá II, Valencia 1872, n. 4048s. Alfonso Reyes, en la edición parcial que ya hemos citado, transcribe este párrafo de Salvá escrito « con criterio más estrecho en un laico del siglo XIX que el de la Iglesia española en el XVII », y añade con dureza: « Cuando Salvá se queja de encontrar en El ente " las indecencias más soeces ", sin duda olvida que se trata de una obra de ciencia, o de lo que entonces se entendía por ciencia... No Ilay una sola línea que pueda, en este libro, tacharse de mal intencionada, y los reverendísimos tenían razón. Y el lector que se sienta excitado a las cosas sensuales ante esta cadena rigurosa de razonamientos escolásticos, sería el más monstruoso sátiro... ». (Presentación, 13-31).
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