BCCCAP00000000000000000001669

266 TEÓFILO E. DE GUSENDOS merosos, son los lugares en que señala las obras, e incluso hasta indica el folio o página del ejemplar que ha manejado con la expresión: « mihi fol. )> 13, No tiene el P. Fuentelapeña autores preferidos y únicos, ni sigue incondicional y exclusivamente escuelas o doctrinas concretas. Tras rigu– roso examen y madura refleúón asiente, o rechaza dictámenes y senten– cias. Así juzga: « aquel delirio ridículo de PlatJón y Orígenes » (§ 572); « ni basta decir con Aristóteles... porque lo tengo por inverisímil » (§§ 15- 16); « eso lo dice Plinio, cuyo crédito es achacoso, luego verisímil es que... sea fabulosa» (§ 1488). En el desarrollo de la discusión abundan expresio– nes y pautas del razonamiento: « no asiento tampoco a esta filosofía..., porque parece algarabía» (§ 1422); « mucho menos puedo asentir a este modo de opinar, por lo bastardo y falso de los fundamentos » (§ 1426); « ninguna de las razones, autoridades ni ejemplos que se alegan son de momento alguno, ni prueban cosa» (§ 1191); « decir que lo dicho se obra por cualidades ocultas, es un tanto monta que decir se ignora la causa (§ 1396); « es poco filosófico reducir a principio obscuro e incierto lo que se puede reducir a principio cierto » (§ 1398); « en buena filosofía no se debe recurrir a milagro sin necesidad» (§ 1496). Como « primeras bases», el P. Fuentelapeña funda argumentación y conclusiones sobre principios filosóficos, teológico-morales y autoridades calificadas en el mundo científico-literario de la época. Trae, « por seguras pruebas», noticias curiosas, testimonios de fenómenos físico-naturales, preferentemente maravillosos, no siempre verosímiles y muchas veces fabulosos. Tampoco escasean observaciones y experiencias del autor. En el razonamiento maneja la rigurosa técnica silogística. De ordinario son silogismos escuetos y cabales. En caso de varias sentencias, los expone con los argumentos y razones en que se fundan y, seguidamente, expone y razona su sentir, responde a las objeciones y refuta las sentencias contrarias. 13 Sobre la literatura teratológica en la Edad media y posthumanismo pueden verse, a título indicativo y por la bibliografía y grabados que ofrecen: Claude Kappler, Monstres, démons et merveilles a la fin du Mayen Age, París 1980; Jean Delumeau, Le péché et la peur. La culpabilisation en Occident (XIII•-XVlll' siecles), Paris 1983. En España esa literatura dejó honda huella en los jesuitas Martín del Río y Juan Eusebio Nieremberg y en otros autores, citados por el P. Fuentelapeña. Por lo mismo, tal aspecto de la obra de éste no debió suscitar particular admiración - excepto quizás su alarde filosófico acerca de los duendes - ni mereció ser incluida por M. Menéndez Pelayo entre sus veinte autores nacionales más representativos de dicha literatura, no obstante su elogio en La ciencia española. No fue el caso del libro del capuchino P. Francisco de Los Arcos, Conversaciones instructivas entre el Padre fray Bertoldo, capuchino y Don Terencio, en las qua/es se tratan varios y muy diversos asuntos, los qual~s pueden servir de recreo y de instrucción a quantos los leyeren (Pamplona 1786), obra que fue el hazmerreír de la ilustrada corte de Madrid, y en nada inferior, en lo teratológico, a la del P. Fuentelapeña, y que acabó en el Indice expurgatorio por edicto del 24 de mayo de 1789. Cf. A. Ferrer del Río, Historia del reinado de Carlos III en España IV, Madrid 1856, 391-396; E. Cotarelo y Morí, Iriarte y su época, Madrid 1897, 308-312.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz