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338 MELCHOR DE POBLADURA suelo, si una triste experiencia no me hiciese prever los grandes inconvenientes que por parte de los hombres tienen que presentarse para inutilizarlos y tal vez llenarlos a vuestras caridades de ,senti– miento y amargura; y si yo no estuviese convencido de que la jus– ticia de Dios por no sé qué pecado de nuestra infeliz nación tiene decretado que la generación presente esté repudiada y condenada a vivir errante y en continua opresión y desprecio hasta su extermi– nio. Esto lo estoy viendo, y confirmando cada día más.» A continuación refiere con vivos colores la triste experiencia de años antes comenzada con el mismo fin por el valenciano padre Eugenio de Potríes en Marsella 10 y añade: «Esto por parte de los frailes. Mas por parte del gobierno espartarino estén seguros de que en el momento que se sepa en Madrid que una comunidad de españoles se forma y reúne en los confines de España y Francia, en el momento hacen reclamación a París y vuestras caridades serán dispersados e internados; por manera que después que hayan gas– tado en fundar, etc., se verán arrojados y miserables. No es tiempo, amados míos, de fundaciones; es sólo de buscar un asilo de merced, donde poder llorar nuestros males y los de nuestra patria.» Sin embargo, no se opone a que vivan juntos en el pueblo, pero sin realidad ni apariencias de comunidad independiente de los supe– riores de Navarra: «Es preciso desistir de la fundación normal de convento.» Y concluye, después de darles algunos consejos prácti– cos: «Es cuanto debo decirles para su instrucción y gobierno; todo bien pensado y con la experiencia de tantas y tantas cosas, sobre las que no puedo explicarme con más claridad.» Ni el padre Angel ni sus compañeros pudieron servirse oportuna– mente de los consejos y orientaciones del comisario apostólico por un banal y fatal detalle: la carta llegó a su destinatario después de unos cuatro o cinco meses, porque la persona intermediaria a quien iba dirigida había desaparecido de Bayona. 10. Había sido expulsado por los constitucionales en 1822; con verdadero interés se dedicó a restaurar la Orden en Francia y logró en poco tiempo fundar tres conventos en un régimen de gran austeridad y severa disciplina; fracasó en su empeño de defender su autonomía basán– dose en los principios y en las normas del régimen de la alternativa; pero hubo de ceder y entregarlos a la dirección central de la Orden en Roma, y como consecuencia se apartó de la obediencia de los superiores protegido por los obispos. Murió el 11 de noviembre en el retiro de San Buenaventura de Roma de los franciscanos reformados, después de haber publicado varios libros. Cf. Emilio de SoLLANA, Escritores de la provincia capuchina de Valencia, Valen– cia 1963, pp, 117-130. El doloroso desenlace de los esfuerzos restauradores del capuchino valen– ciano impresionó hondamente al padre Alcaraz y no lo podía olvidar al estudiar el modo de reorganizar ahora a los capuchinos dispersos y perseguidos por las inicuas leyes de la exclaus– tración. Era una experiencia muy aleccionadora.

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