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UNA MALOGRADA INICIATIVA DE RESTAURAR LA ORDEN EN ESPAí;\A 367 allí podían vivir y desarrollar sus actividades en conformidad con la legislación propia. Aquí los hechos le dieron parcialmente razón y también personas de alto relieve. El arzobispo de Santiago, el futuro san Antonio María Claret, el año 1852 proponía al gobierno de Madrid la fundación de un colegio en Navarra para preparar misioneros capuchinos que evangelizaran la isla de Cuba. 54 Y dos años más tarde el mismo Claret escribía al obispo de Cuenca, padre Alcaraz, a quien había tratado en Roma en 1839, para que con el provincia de Navarra activara la fundación del solicitado colegio de misioneros. La idea entraba de lleno en los planes del comisario apostólico: restauración y misiones, pero no prosperó. Por el contrario, si bien sin su cooperación inme– diata y personal, el 21 de julio de 1854 se realizaba otro proyecto que desde Roma había propuesto él como el más viable para restaurar la Orden en su primitivo vigor de estructuras y actividades: los exclaustrados formarían comunidades regulares no en España sino en las repúblicas ,suramericanas. En la fecha antes indicada -21 de julio de 1854- los capuchinos de Centro América se organizaban en Belén de La Antiqua, como comunidad conventual regular, que fue el germen y primicia de la custodia o comisariato de Ecuador Co– lombia.55 La noticia llenaría de gozo al obispo de Cuenca aunque viniera de tan lejanas tierras. Tampoco en España había desaparecido el eco de sus esfuerzos restauradores. En enero de 1854 se publicaba un artículo acerca de las misiones capuchinas en Mesopotamia; si no inspirado por él, ciertamente con su conocimiento. Pues bien, el ar– ticulista anónimo, después de encarecer la importancia de las misio– nes y la necesidad de proveerlas de personal ayudarlas económica– mtmte, continúa: «Además de esto sería necesario establecer un cole– gio o convento donde pudiesen formarse capuchinos que fueran a aumentar las filas y reemplazar las bajas de sus hermanos en Meso– potamia. Si mal no estamos informados, parece que el ilustrísimo seiíor obispo de Cuenca, que como capuchino y superior que fue de esas misiones, debe tener particular interés en ellas, hizo algunas 54. En la isla aún trabajaban algunos de los supervivientes del antiguo colegio de misio– neros de La Habana, allí arribó en 1850 el siervo de Dios padre Esteban de Adoain; no pudo ser alojado por falta de espacio pero obtuvo el permiso para fundar una casa religiosa en Guanabacoa, de vida muy efímera. Cf. ILDEFONSO DE CIAURRIZ, Vida del siervo de Dios, pp. 70 sigs., 215. 55. Cf. MELCHOR DE PoBLADURA, Los frailes menores capuchinos en Castilla, Madrid 1946, PP. 226-227.

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