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366 MELCHOR DE POBLADURA Al disgusto que le ocasionó el fracaso de la fundación de Cuenca, se agregó el que le dieron por la misma fecha los moradores de Ustáriz. Contra su parecer y a pesar de su opinión repetida y enérgi– camente defendida, aquel grupo de religiosos se separó de la depen– dencia del comisario apostólico de los españoles y con un rescripto pontificio del 2 de diciembre de 1852 y se organizó nuevamente en Bayona bajo la obediencia del Superior general de la Orden, haciendo caso omiso del régimen de la alternativa sancionado por la bula Jnter graviores, todavía en pleno vigor. 52 Dos años antes, el 9 de marzo de 1850, el padre Alcaraz había escrito al provincial de Navarra: «El pensamiento sobre la fundación de Ustáriz es lo más descabellado que puede venir. El padre Juan de Vera tiene razón en las observa– ciones que hace, pero no alcanza la previsión a otras muchas más y de mayor trascendencia, porque para hacerlas era preciso haver salido de Ustáriz. Ya en tiempos anteriores escriví a V. P. sobre estos inconvenientes. Al presente se han aumentado y crecerán cada día más. Es, en una palabra, un solemne disparate el tal proyecto de fundar en el extran– jero; y porque estoy convencido de ello, yo nunca daré permiso para ello. Otros medios hay de hacerse útiles a Jesucristo y a su Iglesia sin entrar en compromisos con extrajeras y observando en ello el orden de la caridad. Bueno es cultivar el obispado de Bayona, pero más justo es trabajar en su propia patria y en puntos donde hay nece– sidad de operación evangélica; y quando quiera saver quales son éstos, ya los indicaré.» 53 La comunidad o grupo de religiosos de Ustáriz terminó como el padre Alcaraz había previsto y temido aun antes de salir de Roma. «Los puntos donde hay necesidad mayor de evangelización» hacia los cuales deseaba orientar aquellos religiosos eran evidentemente los campos de Ultramar, a los que había destinado nutridos grupos de capuchinos exclaustrados. El padre Alcaraz los prefería porque posibilidad de la restauración, le recomienda con cierta melanconía que atienda lo mejor que pueda a los pocos que van quedando: «Me ha sido sensible la muerte del muy reverendo padre José, pero él consumó santamente su carrera y vive en paz y nosotros sabe Dios lo que nos espera. Tome a su cuidado los pocos restos que ya quedan por todas partes de lo que fuimos.» Ibid. 52. Cf. Bullarium capuccinum, X, P. 280; Analecta Ord. Fr. Min. Cap. 19 (1903), p. 365; hDEFONSO DE CrAURRIZ, Capuchinos ilustres de la antigua provincia de Navarra Cantabria, II, Pamplona, 1926, p. 273 sig. 53. Carta al padre José de Los Arcos, Cuenca, 9 de marzo de 1850. Pamplona, Arch. prov. Navarra: Exclaustrados.

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