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UNA MALOGRADA INICIATIVA DE RESTAURAR LA ORDEN EN ESPAÑA 363 Yo suplico a Vuestra Eminencia que haga savedor de todo esto al Santo Padre y me ofrezca a sus sagrados pies, que beso umildemente. Vuestra Eminencia créame siempre su fiel. súbdito que besa su sagrada Púrpura (firma) Fray Ferrnín, obispo de Cuenca. Cuenca, 8 de noviembre de 1850.» VI. FRACASO DE LA INICIATIVA Los capuchinos no inauguraron la «Casa Misión» de Cuenca pre– parada con tanta ilusión para que fuera su «casa central para toda España» y «colegio de misioneros» para el extranjero. ¿Cómo explicar el inesperado fracaso? El padre Alcaraz, en la carta que acabamos de citar al cardenal Orioli, sintetiza las razones principales: «No es tiempo oportuno para reunir comunidades religiosas. Es preciso pri– mero moralizar el espíritu de los pueblos, que lo repugnan; persuadir a los que tienen el poder legislativo, mientras dura el govierno pre– sente en España; y, llegado el tiempo, restaurar de tal modo y con personas tales que no hagan renacer los males antiguos.» En definitiva, contribuyeron a malograr la iniciativa restauradora estos tres factores: el gobierno, los religiosos y el pueblo. En primer lugar, el pueblo cristiano, después de la catástrofe de la exclaustración y de las consecuencias de la guerra civil, no estaba debidamente mentalizado para simpatizar de nuevo con las Ordenes religiosas después de haber perdido todo contacto con su acción pastoral. Los mismos religiosos que habían abandonado los claustros sen– tían y comprendían en toda su amplitud y responsabilidad el deber y la vocación de restaurar la vida comunitaria con todas sus implica– ciones en los conventos suprimidos. Finalmente, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, aunque muy mejoradas, no ofrecían todavía las condiciones necesarias para replantear la vida religiosa con la autonomía conveniente para actuar dentro y fuera de los muros conventuales y asegurar con un mínimo de garantías el éxito de la empresa. Después de haber compulsado responsablemente estos factores, entre otros, el obispo de Cuenca se persuadió que no había llegado aún en los designios de la providencia la tan suspirada hora de la restauración capuchina. Pero cabe preguntar aquí: ¿por qué no puso en juego sus influencias personales para tantear por lo menos las
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