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UNA MALOGRADA INICIATIVA DE RESTAURAR LA ORDEN EN ESPAÑA 361 que no podían negarse a las exigencias de los cortesanos; por manera que entraban a governar los menos apropósito para edificar y las más áviles en los manejos mundanos. ¿,Qué havía de suceder? Lo que vemos. Todo arruinado. Al presente un fraile capuchino, [tan] ignorante como ambicioso, que ningún prestigio tiene entre los de España, pues ni aun fue guar– dián de un convento, relacionado con alto personaje de Corte, por el influjo de una simple monja, que entre algunos pasa con opinión de santa, pretende reproducir aquel antiguo desorden y da por cosa echa el que se le nombre general de España; y así lo va publicando, atreviéndose ya a imponer mandatos y a querer obligar a que sigan su extravagante plan de plantear una reforma de capuchinos. Este es el padre Antonio de Villarrubia, de la provincia de Castilla, que por sí mismo se hace recomendable con títulos, cuya ridiculez era largo escrivirla. Pero oiga y juzgue Vuestra Eminencia su plan de reforma. Inmediato a Madrid hay un Sitio de Casa del Rey. En él teníamos convento para asistir espiritualmente a los guardias del Bosque, pero tan mal sano que en tiempos normales a ningún religioso lo podían embiar los superiores y sólo lo avitaban Jos que voluntariamente que– rían estar, y siempre en libertad de salirse a otro convento, porque el Sitio es semejante al llamado Campo muerto en el Estado Ponti– ficio. Este frayle, ciego por el deseo de mandar, ha propuesto a la monja y ésta ha conseguido que se le dé facultad por el Rey para reunir allí un número de capellanes, que deberán ser capuchinos, y para economizar gastos se les señalan cuatro paulas a cada uno; pero el reformador padre Villarrubia, disfrutando mayor renta, deverá que– darse en la Corte para desde Madrid ordenar y mandar vestido de paño fino y con buena renta. Este es su plan. Por consiguiente todos los capuchinos se resisten a obedecer y sólo se le presta algún desesperado, que muere de ham– bre porque no tiene aptitud para ocuparse en ministerio alguno parroquial; y como el reformador amenaza con la autoridad de Gene– ral, que dice le viene de Roma, todos acuden a mí para que los libre de este nuevo mal que creen vendrá sobre ellos; pero el mal aún es mayor. De todo esto nada save aun el govierno, los ministros, y las cortes reunidas lo ignoran, y en el día en que principien reclamaciones de unos y otros contra este presumpto nuevo General, se mueve una

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