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UNA MALOGRADA INICIATIVA DE RESTAURAR LA ORDEN EN ESPAÑA 359 sus admiradores se distinguía el capuchino Antonio de Villarrubia,M> quien, a lo que se desprende de la documentación conocida, no bri– balla por su equilibrio y por su prudencia; sin embargo, aprovechán– dose del prestigio de que aquella monja gozaba en la Corte, había logrado la autorización de fundar una comunidad en el deshabitado convento de El Pardo,u propiedad de los Reyes de España. El padre Alcaraz constató el hecho con no poca amargura y desen– canto. Temía que si la iniciativa se hacía pública tendría reflejos muy serios de consecuencias insospechadas incluso en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, sobre todo si los gobernantes sospechaban que el Santo Padre tomaba cartas en el asunto, favoreciendo la empresa, si se tiene en cuenta que el seudoreformador se hacía llamar «gene– ral de la Orden capuchina» y se vanagloriaba de sus enlaces con la Curia Romana y con la Corte de Madrid. Por su parte, hubiera deseado que se pusiera término final al régimen de la alternativa; pero convencido de la actualidad y vitalidad de la Orden si se lograba reestructurarla en las nuevas condiciones socio-políticas y religiosas, no se oponía a que continuara vigente aquel régimen. Y sin negarse a continuar el gobierno como comisario apostólico de la nueva etapa, exponía a la Santa Sede su disponibilidad a las órdenes emanadas por la Santa Sede; y al mismo tiempo presentaba una terna de religiosos que ofrecían todas las garantías de desempeñar cumplidamente en aquellas difíciles circunstancias de transición los cargos de comisario y asistentes. Los padres Ambrosio de Alcira, Miguel de Viguera y José de Los Arcos, mientras que el padre Antonio de Villarrubia, con su descabellado proyecto de restauración y de reforma, «destruiría y comprometería» lo poco que quedaba. Hemos resumido en apretada síntesis el razonado informe que el 8 de noviembre de 1850 enviaba el padre Alcaraz al cardenal Orioli, prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares. 42 Conviene que el lector tenga a la vista este esclarecedor panorama de la situación. Después de aludir genéricamente a los trabajos realizados hasta en- 40. Ingresó en el noviciado de la provincia de Castilla el 12 de febrero de 1805 y en 1809, con motivo de la guerra de la Independencia, se trasladó a la provincia de Valencia para continuar sus estudios; recibió la ordenación sacerdotal en 1818 y sucesivamente guardián de Jadraque en 1826 y lector en 1829-1833. Se ignora fo fecha de su muerte. Cf. BUENAVEN· TURA DE CARROCERA, Necrologio, p. 241. 41. El agosto de 1835 los religiosos que moraban en el convento de El Pardo, tildados de cadistas, se vieron obligados a abandonarlo. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, La provincia de frailes menores capuchinos de Castilla, II, Madrid 1973, p. 367. 42. El original se conserva en el Arch. Seer. Vaticano: AAEESS. Spagna, II, Pos. .354, fase. 99, f. 27 sigs.

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