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350 MELCHOR DE POBLADURA El 21 de noviembre le entregaba un amplio y documentado memorial acerca del movimiento misional de la Orden en Mesopotamia y en varias repúblicas americanas, como Venezuela, Guatemala, Nueva Granada, Chile, Ecuador y México, poniendo de relieve el significado patriótico de aquellas actividades misionales. Aunque no se diga abier– tamente, con esta detallada relación ésta proponía estos dos fines: 1. 0 , informar al gobierno de Madrid mediante su representante en Roma del estado floreciente y esperanzador de las misiones capuchi– nas recientemente organizadas; 2. 0 , captarse la simpatía y la benevo– lencia del embajador para que apoyara ante las autoridades de Ma– drid sus proyectos de abrir nuevos cauces y asegurar el porvenir de la obra misional y patriótica, estableciendo una nueva base de prepa– ración de los futuros misioneros en la misma Península. El no du– daba de que de aquellas premisas se seguiría necesariamente esta conclusión. Transcribimos el último párrafo del Memorial, haciendo notar, desde ahora, el tono de desilusión con que constaba que el gobierno de Madrid no haya dado pruebas de querer cumplir las promesas dadas el año anterior al Nuncio de Su Santidad en Madrid. «Todos estos establecimientos españoles en las citadas re– públicas podrán servir de mucho aun en lo temporal al go– bierno de España, que las tiene reconocidas como ya indepen– dientes de ella. Los intereses particulares españoles encon– trarían en ellos un apoyo poderoso, como sucedió en el Ecua– dor, en donde irritados los ánimos contra los españoles con motibo de la expedición proyectada por el general Flores, dos solos capuchinos que havía en Quito contribuyeron no poco a aquietar y salvar las personas e intereses de algunos que sufrían ya mil vexaciones. Mas para llevarlos a su complemento es necesario tener en España un colegio, como los que hay para Filipinas, en donde se pudiesen formar los misioneros con las qualidades necesarias. A este fin escribí al señor Nuncio de Su Santidad en Madrid, monseñor Brunelli, lo que puede verse en la ad– junta. Su Excelencia me contestó que lo havía hablado con el señor ministro de Su Majestad, quien le prometía tomar el asunto con todo el empeño, juzgándolo utilísimo por todos respectos; pero aun no se save de resultado alfuno. Lo tendrá indudablemente, si el excelentísimo señor embajador en

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