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348 MELCHOR DE POBLADURA Misiones de Filipinas, y en todo caso el gobierno modificaría mi pro– puesta según creyese más conveniente. Hasta que V. E. quiera dignarse contestar a esta mía, yo suspendo el mandar otros sacerdotes a los goviernos de América, y aun de res– ponder a los sacerdotes ya formados y experimentados, que con fre– cuencia me están pidiendo que los ponga expeditos para trasladarse al nuevo mundo. Suspendo también, y con más razón, el mandar a aquellas misio– nes los utensilios de Iglesia, de agricultura e instrucción pública, que existen ya encajonados para aquellos territorios, porque en caso de aceder el govierno a esta mi propuesta, más justo será emplearlo todo en bien de mi patria, a que pertenecen las abandonadas islas. Excuso el extenderme para manifestar el bien que a ella puede hacerse, porque V. E. save mui bien el que han experimentado y experimentan de presente los goviernos de América, como que este asunto a mi confiado ha pasado todo por sus manos de V. E. y lo conoce mui bien. Los diocesanos de aquellas partes me escriben bendiciendo mis fatigas y pidiendo al Altísimo mi conservación para seguir con ellas en vista de los bienes inmensos que se les ha procurado con las mi– siones; y si yo llego a merecer que mi patria y su govierno me honore con iguales sentimientos, me considero feliz, remunerado y contento iré al sepulcro. Estoy seguro que el Santo Padre recivirá una gran consolación si esto llegare a tener efecto, y que Su Santidad estará pronto a secun– darlo con quanto se le pida y sea necesario. El Omnipotente ilumine y prospere a V. E. como se lo pide su afectísimo y respetuoso servidor y capellán que besa su mano Fr. Fermín de ALCARAZ Al Exmo., Illmo. y Rmo. Señor don Juan Brunelli, Delegado Apostó– lico. Madrid. Al padre Alcaraz no se le ocultaban las dificultades con que trope– zaría en las esferas oficiales su iniciativa, y por lo mismo no desde– ñaba de apoyarla con otras recomendaciones. Con la misma fecha del 30 de noviembre de 1847 informaba reservadamente a monseñor Bru– nelli podía hacer intervenir en el asunto al duque de Riánsares y otros miembros de su ilustre familia para asegurar el visto bueno de la reina Isabel II y de su madre Cristina. 22 Por su parte, apenas 22. La viuda de Fernando VII, María Cristina, madre de Isabel II, se había casado mor-

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