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UNA MALOGRADA INICIATIVA DE RESTAURAR LA ORDEN EN ESPAÑA 34! de frailes, me ofrecen conventos con todo lo necesario [ ... ]. La Es– paña acabó para nosotros». A pesar de este tono pesimista y profético, no cerraba del todo las puertas a la esperanza: « Yo les encargo que en los actos de comunidad hagan especial rogativa por el restablecimiento y propa– gación de nuestra Orden en donde y como sea la divina voluntad.» Es muy probable que el padre Alcaraz con estas frases finales dirigiera sus miradas a otras latitudes, y precisamente a las repú– blicas americanas. Los religiosos de Ustáríz, según sus indicaciones, habían enviado la carta del 4 de diciembre de 1843 al superior pro– vincial de los capuchinos de Navarra para su conocimiento. Alguien la debió interpretar como el rechazo de restaurar la Orden en Espa– ña. De hecho el padre José de los Arcos le manifestó la extrañeza que este comportamiento había causado a algunos religiosos que preveían como inminente la libertad de organizarse dentro de los límites de la geografía nacional. Y el padre Alcaraz con fecha 3 de febrero del año siguiente 1844 explicaba su modo de proceder sobre el particular y el verdadero significado de aquella carta con la cual no había aconsejado u ordenado «la restauración de nuestra Orden en este o en el otro lugar», sino que sencillamente deseaba explorar el parecer de los demás para planear su acción para lo futuro. Por lo demás, repetía que no le satisfacía el cariz de tolerancia, benevolen– cia y colaboración que según algunos iban demostrando las autori– dades civiles, que parecían moverse en un clima nuevo. «Y respecto a nuestra patria no hay motivos para esperar cosa ventajosa para nosotros [ ... J. Las cosas políticas están en gran crisis. Considerado todo, yo poco bien me prometo a lo menos para nosotros.» Carecemos de noticias acerca de la posible correspondencia del comisario apostólico con los religiosos de Ustáriz desde febrero de 1844 hasta marzo de 1845. Parece ser que aconsejados por el obispo diocesano ampliaron la casa que ocupaban y aumentaron sus activi– dades apostólicas.U Pero los hechos una vez más dieron razón al padre Alcaraz, quien el l3 de marzo de 1845 se lamentaba del triste desenlace de aquella prometedora iniciativa prohibida por el gobierno civil francés: «La prohibición de salir a evangelizar, la miró como permisión de la divina providencia en favor de vuestras caridades. No conviene meter ruido ni darse mucho a conocer en su ministerio. 11. Pusieron cortapisas a estas actividades el alcalde de Ustáriz y el prefecto de Pau, en consonancia con las autoridades superiores de la nación francesa. Cf. lLDEFONSO DE CIAURRIZ, ob. cit., p. 271 s.
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