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-245- observación sobre la candidata tiene que comenzar antes de que ésta haya ingresado definitivamente puertas aden-– tro. Decían que no es buen procedi– miento aquél en que se dice: primero que entre, después ya tenemos suficien– te tiempo para observarla. Mal criterio, porque una vez que la candidata entra, se tiende a tomar una actitud emocional respecto de ella, lo que dificulta un juicio realmente objetivo sobre ella en las sucesivas pruebas. Tenemos que partir de un principio de psicología: el subjetivismo del mun– do femenino. La mujer tiende a valo– rar las personas y las cosas no con el "vale o no vale" sino con el "me gusta o no me gusta", es decir que todo lo tiende a observar y valorar envuelto en la impresión o emoción que a primera vista le causa. Y la admisión tiene que ser un juicio, igual en esta etapa que en las sucesivas votaciones, y el juicio tiene que ser objetivo y la mujer tiende a ser subjetiva. Las hermanas deberán estar alerta, a la hora de la votación, sobre sí mismas. Las Abadesas aprobaron una resolu– ción en el sentido de "que el aspiran– tado tenga variedad y flexibilidad en cuanto al tiempo y en cuanto a las f01mas". En cuanto a la edad decidie– ron que antes de los quince años no se tome en serio a nadie su postulación, porque antes de esa edad a la joven le falta una madurez elemental tanto física como psíquica. En algunos mo-– nasterios me encontré con hermanas descentradas por haber ingresado a los doce o catorce años. Habían quedado psicológicamente truncadas en su evo– lución normal. En cuanto a las formas, las Abadesas decidieron la mayor variedad: por ejemplo, unas jóvenes vienen al mo– nasterio los sábados y domingos; otras vienen la temporada de vacaciones, para que puedan observar y ser obser– vadas; con otras se mantiene correspon– dencia epistolar... En este período será conveniente enterarse de los anteceden– tes familiares. Será necesario discernir los móviles que in1pulsan a la joven de una rnanera delicada, sutil e intuitiva. Según me enteré, la razón según la cual, en tiempos pasados, "pasaron" hermanas hoy conflictuadas fue porque la Abadesa tomó por sí sola la decisión. Sabiendo que una sola puede equivo– carse fácilmente, pero no así la fra– ternidad toda, las Abadesas decidieron que para candidata se hiciera una real y formal consulta a la fraternidad. Las pruebas "Habrá que tomar convenientes ga– rantías... antes de que sean admitidas a los votos perpetuos" (Venite seorsum, VI). Este es el momento crucial para la marcha del monasterio, el momento de la votación para la admisión a la pro– fesión solemne. He comprobado que suele haber criterios perjudiciales que los voy a señalar a continuación. Dar el voto favorable a) por arnistad. Debido al subjeti– vismo, cuando a una hermana le cae bien otra hermana, la primera está casi imposibilitada para juzgar objetiva– mente a la segunda; lo que haga o diga aquella hermana, todo lo interpretará positivamente. A la hora de la votación las hermanas deberán pensar que las actitudes emocionales las pueden trai– cionar en su juicio, haciendo un daño irreparable al monasterio; deberán, pues, vivir despiertas sobre su mundo inconsciente. b) por compasión. Muchas suelen exclamar: "¡Pobrecita! tanto que sufrió en ::m casa y ahora ¿ la vamos a meter otra vez allá'? ¡ Qué será de ella en el mundo! Aquí por lo menos sufrirá menos". Es una falsa compasión. Con un peligroso despiste no se dan cuenta de que, por tener compasión con una hermana, no la tienen con toda una co– munidad que, eventualmente, será per– turbada por largos años con la presen– cia de esa hermana. Olvidan, además, que ese acto es un juicio y no un mo– mento de fraternidad y de compren– sión. c) "Somos pocas. Y si a ésta la ex– pulsamos, nos quedaremos menos". Las hermanas tienen que darse cuenta de que una sola hermana puede hacer crecer el Reino más que cincuenta. Que si nos preocupamos de la calidad más
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