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-242- Tengo la impresión de que muchos pastoralistas no "creen" en Dios sino que "creen" en sus métodos sociológicos. Es hora de gritar muy fuerte que el misterio del Reino no se juega en la mesa de los pastoralistas o en las reu– niones clericales sino en el silencio de los monasterios donde las hermanas lu– chan por transformarse en Cristo Jesús porque tratan de repetir en sus vidas el aspecto contemplativo, de adoración, de silencio, de minoridad y anonimato de Nuestro Señor Jesucristo. Esta dimen– sión interna y fundamental del Reino es olvidada casi sistemáticamente hoy día, con peligro de perder de vista la sustan– cia misma del Reino. Además de todo lo dicho, las herma– nas deberán tener presente una razón bella y profunda que está contenida en aquellas palabras: " ... aquella admira– ble variedad de familias religiosas ... no sólo estuviera equipada para toda obra buena, sino hermoseada con los dive1·sos dones de sus hijos, se presen– tara como esposa engalanada para su esposo" (Perf. Car. 1; el subrayado es nuestro). Voy a explicarme. Según el Concilio, la razón por la que en la Igle– sia existan tan diversas y numerosas familias religiosas no es para cubrir las distintas necesidades apostólicas, ni han brotado por necesidades históricas y sociales sino, en una dimensión mucho más profunda, por la necesidad que siente la Iglesia de transparentar en todo su esplendor y hermosura la san– tidad infinita de Jesucristo. Por la ne– cesidad y obligación de ser ella misma, el Cristo viviente en toda su plenitud y gracia, prolongado a lo largo de los siglos delante de Dios y de los hombres. Jesucristo tiene tal riqueza de santi– dad, tanto en profundidad como en variedad, que ningún hombre ni Con– gregación podría vivir y reflejar la san– tidad total de Jesús. Ahora bien, debido a esta limitación humana, todo caris– ma, sea de persona o de grupo, en la Iglesia, trata de vivir lo más intensa– mente un aspecto de la santidad de Je– sucristo; y las contemplativas tratan de vivir plena y exclusivamente el aspecto contemplativo de Jesús. Ahora bien, no cabe duda de que una de las perspectivas más sobresalientes de la vida de Jesús es su enfoque con– templativo. Antes de ser el hombre para los hombres, Jesús no es primeramente el hombre con los hombres sino el hom– bre "ad Patrem", es decir el hombre abierto exclusivamente al Padre. De tal manera que "si Jesús no se hubiera re– tirado a una soledad tan frecuente y profunda con Dios, jamás hubiese po– dido llegar tan lejos en la comunidad con los hombres" (von Balthazar). Las contemplativas tratan de prolon– gar y derramar a Jesucristo en la His– toria en uno de sus aspectos más fasci– nantes: en su actitud contemplativa. "Pongan, pues, especial entusiasmo los religiosos en que, por ellos, la Iglesia muestre realmente cada día mejor a los fieles e infieles, el Rostro de Cristo, ya entregado a la contemplación en la montaña, ya anunciando el Reino a las turbas, ya sanando enfermos y heri– dos ... " (Lumen Gentium 46). Yo di– ría que ellas han escogido la "mejor parte" y que están haciendo la mayor idil'idad para el crecimiento del Reino del Padre. Esto mismo viene a decir "Venite seorsum": "Aumentan el grado de vida espiritual de la misma Iglesia al vivificar todo el Cuerpo Místico con el fervor de su caridad, promoviendo toda clase de iniciativas apostólicas que nada son sin la caridad" (Venite seor– sum, II). Finalmente me gustaría que las her– manas se compenetraran de la hermo– sura de estas palabras: "Es grande, pues, el misterio de la vida contem– plativa, cuya lugar preeminente en la economía de la salvación puede dedu– cirse por lo que acabamos de decir y que de una manera totalmente peculiar se realiza entre las monjas que viven dentro del claustro. Estas mujeres, por su naturaleza, re-presentan de una ma– nera más clara el Misterio de la Iglesia, "esposa inmaculada del Cordero Inma– culado", y sentadas a los pies del Señor para escuchar su palabra, en el silencio y retiro, saborean las cosas de arriba y las buscan allí donde su vida está es– condida con Cristo en Dios hasta que aparezca en la gloria con su Esposo". "Es propio de la mujer recibir la pa– labra más que llevarla hasta los últimos confines de la tierra, aunque pueda tam-

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