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- 264 -- de hacerlo en forma extensa y profunda en un futuro artículo. Ahora dejaré, sólo de paso, algunos apuntes. Cómo despertar el hambre de Dios Para mí ese es el problema. La voca– ción contemplativa es un llamamiento para vivir contemplando el "Rostro del Señor Dios". Si para cualquier consa– grado Dios es como el centro de grave– dad que sostiene y da sentido a su vida ¿ qué diremos de los llamados a vivir contemplando al Señor? ¿ Cómo tener despierto el sentido de Dios como una llama viva? Dios languidece cuando el trato con El es débil. Dios es vivificado en el corazón mediante la fe, la espe– rnnza y el amor. A la activación de la fe, la esperanza y el amor se la llama oración. ¿ Qué hacer para vivificar la oración? 1) En la candidata a la vida contem– plativa hay que buscar y exigirle como primordial condición la sed de Dios, algo así como una piedad innata o tendencia "instintiva" a Dios. 2) En los monasterios poco se les ha hablado directamente del misterio de Dios y de la manera de tratarlo cara a cara. Son necesarias campañas de "evangelización" para llegar a "compro– bar y saborear cuán suave es el Señor" (Sal 33, 9; 85, 6; 144, 9). 3) En la mayor parte de los monas– terios hay muchos rezos y poca ora– ción. Tendrá que acrecentarse ésta y disminuir aquéllos. 4) A pesar de todo, en los monaste– rios existe gran sensibilidad de Dios. A las hermanas les duele sentirse frías y débiles en Dios. Esa insatisfacción es un buen signo. 5) La fraternidad, como institución contemplativa, tendrá que garantizar y asegurar para las hermanas un clima de recogimiento, silencio y piedad. 6) Si surge conflicto entre los valo– res contemplativos y los otros valores de nuestra vocación, habrá que buscar una armonía integradora dando jerar– quía de prioridad a la contemplación. 7) En cuanto a la oración, como ac– tividad principal de las hermanas, se debieran revisar muchas circunstancias. ¿Por qué a la mañanita, cuando las her– manas están amodorradas, y no en otro momento más lúcido del día? ¿ Por qué siempre encerradas en el coro y no, por ejemplo, en el jardín u otros lugares? ¿ Por qué siempre a oscuras? 8) Y o creo que todas las hermanas deberían tener, una vez al mes, un día libre de todo compromiso, para dedi– carlo exclusivamente al trato con Dios. Se supone que no aprovechen el día para lavar la ropa o escribir cartas sino para dedicarse a estar simplemente cara a cara con el Señor. 9) Si las religiosas docentes se espe– cializan en la docencia, las religiosas contemplativas tendrían que ser "espe– cialistas" en todo lo referente a la con– templación. VI. LA RUTINA Y SUS REMEDIOS El peor enemigo De esto, yo antes no sabía nada. Ni lo sospechaba. Pero de tanto estar aso– mado al interior de los monasterios, descubrí ese enemigo peligroso: la ruti– na. Peligroso por invisible. Entra como una sombra, sin que nadie se dé cuen– ta. Lo envuelve todo. Lo penetra todo. Se identifica con todo. Y el peligro está en que apenas nadie se percata de su presencia. La naturaleza sociológica y psicológi– ca de la vida de clausura engendra ine– vitablemente este virus. Todo es igual. Siempre igual. Nada cambia. El hora– rio, el plan de vida, los rezos, el traba– jo, etc., todo girando en un movimien– to rotativo día tras día, año tras año sobre unos horizontes perpetuamente idénticos. Es la inmovilidad absoluta. En el monasterio no hay novedades. No hay noticias. Nadíe ni nada inter– pela a las hermanas. No hay aconteci– mientos de la Iglesia o del mundo que impacten, incomoden o desafíen a las hermanas. Y las hermanas, al no sentir– se urgidas por nada ni nadie, comien– zan a aflojar. Su vida comienza a rela– jarse en sus compromisos con Dios. De– cae el entusiasmo. Muere la ilusión. Y comienzan a hacerse presentes el abu– rrimiento, la tibieza, la languidez, que

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