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-262- paciones, manipulando teléfonos y car– tas, pensando qué regalito tendrá que hacer a cambio de la limosna, con un desasosiego general, desequilibrando el recogimiento y la vida interior! Y así, poco a poco, las hermanas se acostum– bran a tener sus dineritos con la ben– dición tácita o implícita de la abadesa, ya que el monasterio no dispone de bie– nes. Y ¡ con qué facilidad se deslizan las hermanas por esta cuesta abajo, y qué fácilmente la costumbre se hace general, y qué difícil arrancar después esta cos– tumbre! Y tras esto, se suceden una serie de hechos como la mendicidad clandestina y privada. Las hermanas se acostum– bran a no trabajar al menos en serio, solamente en cositas no productivas. Hay hermanas que estando enfermas no se atreven a declarar su enfermedad por no disponer de medios o para no acudir a sus familiares que son pobres. No diría que esta situación sea general, pero tampoco es excepcional. Para una renovación a fondo hay que comenzar por reorganizar el trabajo productivo de los monasterios a fin de que las her– manas puedan vivir sin sobresaltos. Por qué la economía anda mal 1) Siempre es peligroso generalizar pero podría asegurar que gran parte de los monasterios de México tienen que acudir a la limosna porque trabajan en materias eclesiásticas. Existe una espe– cie de mito por el que las hermans creen que por ser religiosas tienen que traba– jar en objetos religiosos como ornamen– tos sagrados, hostias, limpieza de man– teles, etc. Ahora bien, los eclesiásticos pagan muy mal. A veces es una remuneración ridícula. Y las pobres y despistadas her– manas todavía se consuelan porque con– sideran la mala paga como un servicio eclesial. Pero son los mismos eclesiás– ticos que, con gran desfachatez, las "mentalizan" en este sentido, diciéndo– les que, ya que no aportan otra utilidad a la Iglesia, hagan por lo menos este servicio. Y con estos razonamientos ¡ las hermanas tan contentas!... No quisiera decir que ésta es una situación general, pero ocurre con frecuencia. 2) Existe una mala organización, de– bido, sobre todo, al carácter individua– lista del trabajo. Muchas veces las her– manas ocupan sus horas de trabajo en cositas nada productivas. Hacen cositas que les gusta o les entretiene pero que no fortifican la economía. Son los tra– bajitos del capricho de cada cual, y no les falta a cada cual su "especialidad" en la que se ha entretenido toda su vida. Más que trabajar es entretenerse. 3) La mala organización debido tam– bién a la multiplicidad y disparidad del trabajo. Aunque las hermanas no tra– bajen en sus gustos sino en un trabajo ordenado, hay demasiadas clases de tra– bajo. Falta una centralización de la ac– tividad en rubros productivos económi– camente. Ocurre a veces que las herma– nas trabajan mucho, pero ese trabajo no rinde. Líneas de renovación para el trabajo En resumen, tiene que ser un trabajo bien organizado, bien centralizado y bien remunerado. La finalidad definitiva de la renova– ción en la pobreza-trabajo es que la fraternidad pueda llegar a tener una suficiente garantía económica de tal manera que las hermanas puedan vivir sin desasosiego y dedicarse plenamente a la vida contemplativa y fraterna. Y, también, para ser realmente pobres, ya que vivir del trabajo de sus manos es un signo real de pobreza. 1) Hay que meter en los monasterios la mística del trabajo. Las hermanas deben saber de la dignidad y nobleza de la actividad humana; de qué manera el trabajo es una colaboración con Dios a la creación y perfeccionamiento del mundo. Esto no se lo ha dicho nadie. Estoy viendo que las hermanas nece– sitan, de necesidad absoluta, un ciclo de conferencias sobre la teología del tra– bajo, para adquirir de esta manera una "devoción" al trabajo. 2) Otra finalidad absoluta en esta renovación es que las hermanas lleguen a organizarse de tal manera que puedan bastarse para sus necesidades sin recu– rrir a la limosna. La limosna no corre con nuestro tiempo, y cada vez menos.
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