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-258- voluntarios? El capítulo de gobierno irá viendo y cambiando según los resulta– dos. Yo suelo decir que, en cierto sentido, el recreo es tan sagrado como la misa, porque ambos pretenden una misma fi– nalidad: la unidad de las hermanas. Creo que en cada monasterio debiera haber un lugar de recreación, un lugar tan preciosa y acogedoramente prepa– rado que allá las hermanas se sientan como un un hogar feliz. También el silencio es un elemento de primera importancia. Será a través del capítulo de gobierno que la fraternidad decidirá cuándo habrá silencio y cuándo dispensa de silencio. Y adviertan las hermanas que el mejor homenaje a la fraternidad consistirá en guardar es– trictamente el silencio en los momen– tos establecidos. El capítulo de fraternidad Fueron varias observaciones en la vi– da las que me hicieron establecer estos dos planos de capítulo, con sus corres– pondientes métodos de celebración. Primero, he visto que en los capítu– los ordinarios las hermanas tratan de sus actividades y otras materias, y se levantan sin haber avanzado un milí– metro propiamente en la fraternidad porque cada cual se levanta con su car– ga de antipatías y desinteligencias, igual que antes. En segundo lugar he observado que en algunos monasterios existe un clima cargado de suspicacias, una atmósfera pesada y cerrada en que las desinteligencias se arrastran por años y años. Hace falta despejar esa atmósfera y eso sólo se consigue por una descarga. Por otra parte, también me he con– vencido de que la inmensa mayoría de las resistencias mutuas se originan de– bido a la falta de diálogo. Hablan por detrás unas contra otras, pero nunca esas mismas cosas, que se dicen por detrás, se esclarecen de frente. Hace falta una clarificación. Todo esto me ha convencido de la necesidad del capítulo de fraternidad, un procedimiento espe– cial para el que no hay reglas estable– cidas. En mi paso por México celebré como unos diez capítulos de fraternidad en los monasterios donde había urgente ne– cesidad. Su celebración suele ser un pe– queño calvario, pero, como todo calva– rio, aterriza en la alegría de la resu– rrección. Puedo garantizar -las her– manas de México lo podrán atestiguar– que los frutos finales son siempre de liberación pascual. Es muy difícil describir el método de un capítulo de fraternidad, pero trata– ré de decir algo. Fundamentalmente consiste en ir al fondo del mal, en me– ter la mano en el corazón mismo de la enfermedad. Es necesario abordar fron– talmente las desavenencias entre her– manas. Hay que sacar a la luz las vie– jas historias. Las cosas que se dicen las unas contra las otras por detrás deben decirlas en público. Es necesario desen– redar las complejas madejas de histo– rias y rivalidades. Se necesita una des– carga para que se haga una gran cla– ridad. Estoy seguro de que el que lee esto no se dará cuenta de su realidad viva. El que no lo ha presenciado, difícilmen– te se dará cuenta. Acaso intuya algo. Reconozco que es muy difícil su cele– bración, pero para muchos casos es el único remedio. Lo digo por experiencia. Ciertas condiciones son indispensa– bles para asegurar un buen resultado. Para esta celebración las hermanas de– berán situarse en un estado penitencial. Deberá producirse entre ellas un clima de gran tranquilidad, de humildad y paz. El moderador deberá engendrar por contagio un estado de suavidad por– que allí la violencia tiende a asomarse en cualquier momento. Las respuestas nerviosas o las elevaciones de tono ten– drán que ser rápidamente apaciguadas. No hay que olvidarse que, en las des– avenencias, todos nos sentimos víctimas y siempre tenemos razón. Hay que con– vencer a las hermanas de que por lo menos tomen la postura de dudar y co– miencen a pensar si la otra tendrá ra– zón. Este capítulo es conveniente cele– brarlo en una circunstancia peniten– cial: jueves santo, viernes santo, víspe– ra de la Inmaculada... de tal manera que la penitencia consista en esta cele– bración. Su celebración tiene que ser muy ra-

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