BCCCAP00000000000000000001665

-254- sino que al ejercerla, el pueblo partici– pa plenamente. Y esto precisamente porque se trata de una sociedad frater– na, y para que haya fraternidad es in– dispensable la igualdad. Santa Clara dejó a las Clarisas un gobierno fraterno, en una época autori– taria. Es increíble que, habiendo estado marcada por años por la Regla cister– ciense de Hugolino y habiendo vivido en una institución monástica, aquella mu– jer fuera tan revolucionaria en el con– cepto y uso de la autoridad que aún hoy resulta progresista. Su Regla ases– ta golpes de muerte al concepto venera– do de autoridad. Aquella Regla fue aprobada personalmente por Inocen– cio IV en circunstancias emocionales y dramáticas, en el lecho de muerte de la santa. De otra manera, si hubiera caído en manos de canonistas, jamás habría sido aprobada, creo yo. Veamos, siquiera un poco, cómo San– ta Clara diseña un gobierno fraterno, y cómo "el poder" lo deposita en manos del pueblo de las hermanas. -"Elíjanse de común consentimiento de todas las hermanas todas las oficia– les del monasterio" (Regla 4). -"Elíjanse de la misma manera al menos ocho hermanas de las más dis– cretas, de cuyo consejo esté obligada a servirse sfornpre la abadesa en las co– sas que requiere nuestra forma de vi– da" (Ibídem). -"Las hermanas puedan también destituir alguna vez de su cargo a las oficiales y discretas y elegir otras en su lugar" (Ibídem). Es una cláusula audaz, revolucionaria incluso para nues– tros días. Y hay que advertir que no se necesita del consentimiento o convo– cación de la superiora sino que las her– manas, por sí mismas, podrían convo– carse para esa destitución. -"...Muchas veces el Señor revela a la menor lo que es mejor." En aquellos tiempos tenían que sonar estas palabras a falta de respeto hacia la "majestad" de la autoridad. A mí no me interesa preguntar si se cumplen estas cláusu– las; saco a luz estas expresiones para que las abadesas y las hermanas tomen conciencia de que la santa Madre quie– re para las clarisas una sociedad fra– terna, con un gobierno fraterno. No olvidemos que la Regla fue escri– ta a lo último de su vida. Y aquí pode– mos repetir lo que se dice de la Regla de san Francisco: que es un retrato de la vida que se había hecho hasta ahora en San Damián. Podemos, pues, asegu– rar que en San Damián no solamente se vivió una bella fraternidad, sino que se vivió en un gobierno fraterno. Por lo que he observado, en nuestros monasterios hay un porcentaje relati– vamente pequeño en que la abadesa es madre y servidora. Hay también un gran porcentaje en el que se están dan– do pasos significativos hacia un con– cepto más fraterno de la autoridad por– que está desapareciendo la aureola de "señora" que tenía la abadesa. También he conocido abadesas que siguen atrin– cheradas en sus solios y que se resisten a bajar de allá y todo lo que suene a renovación lo toman como una negra amenaza a su instalación. Otras veces no es la peligrosa la persona de la aba– desa, sino la camarilla que la rodea y que "usufructúa" con ella. El mal de otros monasterios es que las abadesas se perpetúan a lo largo de una vida en su cargo. Este hecho aca– rrea muchos males. Se hacen de mucha edad y les falta imaginación y audacia para renovar. Otras veces son elegidas tantas veces porque tácitamente llegan a contemporizar con las exigencias de las hermanas. Otras hermanas que tie– nen carisma para ese cargo, sus dones quedan atrofiados, y a veces, a esas eventuales "rivales" se las tiene rele– gadas expresamente en el olvido y muy marginadas. También he conocido abadesas que han ejercido verdadera tiranía en sus monasterios, sintiéndose "dueñas", pu– diendo decir exactamente "el monaste– rio soy yo", llcv:::.ndo una regia vida de "señoras", ejerciendo dominación abso– luta sobre las hermanas, engendrando un estado de terror. No se crea que exa– gero. Hay tres clases de temperamentos que yo nunca los escogería para ese cargo: las ambiciosas, las acomplejadas y las tímidas. Tocas ellas, por dfatintas explicaciones y en distinto grado, pro– ducen efectos lamentables.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz