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-248- hermanas. ¿Qué hacer y cómo hacer para que la vivencia fraterna y la vi– vencia contemplativa no se lastimen mutuamente? ¿Cómo lograr una equili– b:rada armonía entre ambas vidas? 4) La vida de clausura tiene espe– ciales dificultades para la vivencia fra– terna. Hay elecciones cada tres años. En torno a cada elección se arma un gran revuelo y se perturba la paz. Y ese clima no se dispersa por las distin– tas casas; queda siempre entre los mu– ros del monasterio y hay veces que nunca se esfuma. Es una lástima que la superiora cesante quede en la misma casa, expuesta a las eventuales "ven– dettas" de parte de aquellas hermanas que, en su tiempo, las "metió en vere– da". La superiora cesante que tantas veces dijo estar deseando dejar el cargo, una vez que ha cesado, mantiene una sutil resistencia a la nueva supe– riora no se sabe si por envidia, com– plejo o nostalgia. No es raro encontrar grupos de hermanas que promueven a otra, y enfrentados los dos grupos. Hermanas que están "con la hermana que fue su maestra" y otras que son "de" la otra maestra, y cosas por el estilo. Entre las hermanas de vida ac– tiva, las dispersan por las distintas casas y se acaban los líos, pero aquí se prolongan por años y años, dentro de los cuatro muros. Entre las dificultades apuntemos cier– tas características femeninas, de las que ya hablamos: la hermana que tiende a ser subjetiva, detallista, inclinada a ac– titudes emocionales de simpatía o anti– patía, con la característica de "estar en todo". Y lo que arriba dijimos acerca del carácter de mundo cerrado del monas– terio. En ese mundo las actitudes emo– cionales interpersonales se magnifican. Los problemas personales se truecan en angustia, y como no hay "salida" a esa angustia, los pequeños problemas se tornan en grandes problemas, los gran– des problemas se convierten en obse– sión, las obsesiones derivan en psicosis, y yo no sé cómo algunas hermanas no acaban por explotar. 5) Debido a las grandes dificultades se supone que hay una gran necesidad de fraternidad. Es cuestión de vida o muerte porque cuando no hay fraterni– dad, la vida con Dios va mal, las herma– nas se sienten desdichadas. Si hay fra– ternidad, todo lo demás vendrá por aña– didura. Puedo afirmar con absoluta se– guridad que el noventa por ciento de los problemas de los monasterios son pro– blemas de fraternidad. 6) El tema de la fraternidad es un tema inagotable. Aquí solamente voy a tocar aquellos aspectos prácticos cuya necesidad he palpado yo mismo en mi paso por México. 7) Para que el tema se entienda me– jor, vamos a distinguir dos planos o zo– nas de obligaciones: en el plano perso– nal y en el plano estructural. Estoy can– sado de escuchar a los hermanos y her– manas jóvenes, en los diálogos, las eternas lamentaciones: "No puede ha– ber fraternidad por las estructuras"; "La institución mata la fraternidad"; "La autoridad presiona y ahoga la fra– ternidad", y cosas por el estilo. Sean como fueren las estructuras, una larga serie de obligaciones y exigencias in– cumben directamente a las hermanas, a nivel personal. También, es cierto, exis– ten otras obligaciones que se refieren a las estructuras como el gobierno fra– terno. Tratemos primeramente las obliga– ciones personales. A) FRATERNIDAD A NIVEL PERSONAL Diferencia entre el amor evangélico y el amor humano Acerca del amor evangélico, san Juan, después de decirnos que amor es una palabra equívoca y que hay que andar con precaución para no mixtificarla, nos viene a decir que no se trata de emoción sino de "dar la vida los unos por los otros" ya que El dió su vida por nosotros (1 Jn 3, 16). Un amor, pues, exigente y concreto, dentro de la ley de la renuncia y de la muerte. ¿Qué significa "dar la vida"? No se trata de dar algo sino de darnos. Pero para darnos, tenemos que desprender– nos. Y todo desprendimiento envuelve

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