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-v:a:ba ,el fuego en 'los corazones, marcan– do los vicios y la violencia con un sello de fuego, y ens,eñando que el C~istia– nismo ies caridad y amor sobre todas las cosas. Si en el ,campo fiJosófico y teológico no hace sino rep,etitr ,lo que ya se había dkho antes que él, en el campo de la mística a,bre nuevos ,caminos, a los que llega a través -de ·su profunda religio– sidad y de su profunda sed del marti– rio. y como esto lo habfa empujado a la Onden Franciscana, por la misma ra2Jón estos factores dan un 1sello incon– fundiible a La es.pi ,rituaHdad antoniana. Podemos decir que la predicación de San Antonio se adelantó a su tiempo, y se une perfe.ctamente ,con los tiempos modernos; tiene sermones sobre el Corazón de Jesús, festividad nacida del mismo S,an Francisco, plantead'a en sus modernos términos por San Buenaven– tura. Desfilan instrucciones sobre Cristo Rey, actualizada pOII' Pio XI, sobre la Asunción de la Vir,gen, verdad publi– cada a todo el oribe por Pio XII y fi– nalmente, el sermón sobre la Preciosa Sangre, ;festividad actualizada por Jmm XXIII. San Antonio, homlbre de acción más que die oficina, misionero de 1a palaibra y del ejemplo, es el franciscano inst,rui– do, admirado por el Seráfico Padre, y en ,eS'te s,entido debemos interpreitar la famosa carta enviada "A Fray Antonio mi obispo''. El que después de haber leído los elogios tri1butados al Santo portugués por sus contemporáneos, y haber com– probado en las CTónicas el ,entusiasmo provocado po,r su elocuencia, quiere examinar con espíritu moderno las pro– ducciones antonianas, ex-perimenta una es1pecie de cansancio, al encontrar páginas enteras con referendas a un libro y a otro de :la Sagrada Eiscritura, con exp'lica,ciones simbólicas en las que se complace muchísimo. Sin embargo, logrará-recobrar las energfas y vencer la desilusión, teniendo en ,cuenta [os tiem– pos y los objetivos para los que fueron escritas; así podrá sobreponerse a su fa:tiga, pues, junto a páginas repletas de doctrina, r,eUenas de citas escriturís– ticas y de extrañas interpretaciones mo– rales, encontrará páginas bellísimas, ·que - 55- son como saltos alados hada el a,rte y la poesía. La obra antoniana s-e halla dividida, por fragmentos, en "temas", ''prótesis'', "cláusulas y exordios". Es un ejemplo clásico de la pre<licaóón medioeval, pues el Santo tenía como Oibjetivo, fundir la predicación popular con la intelectual. Tradicionalista más que innovador, imbuido en tales ideas, se limita a ilus– tra:r la doctrina de su tiempo (4). ¿qué nos ha Regado de la olbra de San Antonio? Al Santo le interesó tener oyientes, no lectores. Por eso sus preoc'U!paciones literairias quedaron a un lado, escri– biendo sólo para 01bjetivos prácticos, a fin de presentar a sus hermanos una fundamental ayuda en la predicación, de maniera que encontrasen ,en sus obras, una rica fuente de inspiiración oratoria y de formación interioT. SOilía decir el Santo: '•el bronce de la elocuencia deibe ir al,eado con el oro ele 1a safbidiuría; pero entrambos deben concurrir a reformar las conciencias... glo,rificare Deum, pro,tegere proximun, percutere d:iaibo,lum'' (5). (glorirfictar a Dios, proteger al prójimo, destruir al diablo). Si es cierto que el esti:Io es e'1 hom– bre y que la palabra es el reflejo del aima, debernos decir que sus imágenes tomadas de la naturaleza, son resumen y reflejo de Ja belleza de Dios y fuente perenne de in:spimción; su alada fan– tasía junto con las agudas observacio- . nes solbre la sociedad d 1 e :su tiempo, libres de todo símlbo,lo, nos muestran a San Antonio tal como era: temple fér:reo de luchador, que no conoce in– tereses creados ni silencios •complacien– t,es, que se lanza contra toda injusticia y corrupción; pero, dentro de la auste– ridad de moralista y -reformadm, mira la vida con un espíritu franciscano, y tiene una sonrisa para todo lo qut; es belleza, y gran comprensión y perdón para toda desgracia humana. (4) P. Cantini. La técnica y la índole del Sermón medieval y los Serm.ones de Sn. Antonio de Padua, en Studi fra.n– cescani, 10 (1924) nn. 1- 2.. (5) Sermón Domingo XVIII después de Pentecostés, ed. Locatelli, p. 477 s.

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