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-198 - "Fray Rizerio..., entre otros razo– namientos que tuvo con san Fran– cisco sobre la situación de la Or– den y sobre la observancia de la Regla, le consultó también sohre este punto; - Dime, Padre, la in• tención que tuviste desde el prin– cipio, cuando comenzaste a tener hermanos, y la intención que tic• nes todavía y que piensas mant·::– ner hasta la muerte. Así podré te– ner la garantía de tu intención y de tu primera y última voluntad" (2). De estos recuerdos de fray Rizerio se hizo un opúsculo aparte, que circuló entre los celantes bajo el nombre de fray León con el título: Santissimi Pa– tris nostri Francisci Intentio Regulae (Intención de nuestro santísimo Padre Francisco sobre la Regla) (3). Prescindamos del componente polé– mico del opúsculo y de los demás escri • tos de la reacción "espiritual" que invo– carán las intenciones de san Francisco en apoyo de su propia contestación con– tra la "comunidad". Precisamente en el círculo de los cclantes reaccionarios tu– vo origen la leyenda de la respuesta que habría dado Cristo a los ministros en Fonte Colombo: "Francisco, nada de cuan– to hay en la Regla es cosa tuya; todo, todo es mío. Y quiero que esta Regla sea observada a la letra, a la letra, a la letra, sin glosa, sin glosa, sin glosa" (4). Pero merece ser tomado en considera– ción el sentido del término "intentio Re– gulae", tanto por la importancia históri– ca que ha tenido en las reformas, como porque hoy de nuevo adquiere actuali– dad (5). Más allá de la letra de la Regla, que puede responder a situaciones históricas mudables y que está sujeta siempre a manipulaciones jurídicas y a observantis– mos sin vida, está el espíritu. Y en la doctrina de san Francisco tiene una im• portancia máxima esta distinción entre Ja letra que mata y el espíritu que da (2) Legenda Antiqua, n. 66. (3) Ed. L. LEMMENS, Docum. Ant. Franc., I Quaracchi 1901, 75-79. (4) Legenda Antiq1ta, n. 113. (5) El término no fue exclusivo de la lit<Jratu– ra espiritual. Lo hallamos en San Buenaven• tura y en otros autores de la "comunidad". vida (6). Puede haber algunos preceptos de la Regla que están plenamente fuera de tiempo si los tomamos a la letra, pero son a veces los más actuales si nos que– remos atener en serio a su espíritu. Pero ¿cómo descubrir y precisar el espíritu? Este es el momento de invocar la intención de san Francisco: ¿cuál es el sentido querido por él? Para conocerlo no basta trabajar sobre el texto de la Regla bulada; es necesario conocer el pensamiento del Fundador en sus escri– tos personales, especialmente en la Re– gla primera, no bulada, en la que halla– mos con frecuencia los lugares paralelo,;; de la Regla definitiva, dictados por él con mayor amplitud y espontaneidad, y trans– mitidos en toda su frescura llena de un– ción. Tenemos, además, su interpretación práctica, las adaptaciones aceptadas por él mismo. Se ha dicho que hoy conocemos me– jor que los contemporáneos de entonces el pensamiento de san Francisco, su es– piritualidad, a la luz de los estudios crí– ticos realizados y de la espiritualidad bí– blica. La intuición evangélica que tuvo el Poverello, merced a la gracia de contem– plación de la palabra de Dios, en lo que se refiere a la pobreza, a la humildad, a la obediencia, al misterio de la Iglesia..., se halla fuera de las posibilidades de la exegesis escolástictt de aquel tiempo. Hay que tener en cuenta que san Francisco no habla nunca de la observan– cia ad litteram. Estaría en contradicción con su clara prevención contra la escla– vitud a la letra. En cambio habla de la observancia espiritual de la Rgla, es de– cir, según el espíritu, dejándose guiar del "espíritu del Señor y de su santa operación", que es lo que cuenta para él; habla de la observancia "pura y sencilla, sin glosa" (Testam.), sin interpretacio– nes "carnales", inspiradas por el egoís– mo o por las contemporizaciones de una transacción legalista. Temía el momen– to en que los doctos de la fraternidad, guiados de la prudencia terrena, comen– zasen a hacerse responsables de la letra, diciendo: las palabras de la Regla dicen así, pero han de ser entendidas de esta otra forma..., ¡cuando era tan sencillo y puro el sentido de lo que el Señor le había hecho decir y escribir! (Testam.) (6) Véase LAZARO IRIARTE, Vocación Fran– ciscana, Madrid 1971, 63-71.

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