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hermandad evangélica desaparece o se reduce a mera yuxtaposición de personas, ya no tienen sentido, o degeneran en for• malismos los demás elementos: oración, presencia en el mundo, pobreza, organi– zación, relación entre superiores y súb– ditos ••. Cuando la fraternidad interna ha al– canzado el nivel de verdadera experien– cia, el candidato que llega tiene la impre– sión de encontrarse entre "hermanoc;", que lo acogen como un don del Señor (cap. II); entonces, "ir por el mundo" co– mo mensajeros de paz, dando testimonio vivo de mansedumbre y de bondad, aco– modándose a las gentes en la manera de comer y de vivir, no es U:n problema de no sé qué metodología estudiada, sino expresión natural de lo que cada día se vive (cap. III); la adaptación "a los luga– res, y tiempos, y frías regiones, a tenor de la necesidad" y de las exigencias de la vida real, conjugando fidelidad al ideal y pluriformidad, brota de la misma sin– ceridad del compromiso fraterno (cap. IV); el trabajo no sólo no es un obstácu– lo para "la santa oración y devoción", si no que resulta una "gracia" que cada hermano pone a disposición de los de– más, ganando "las cosas necesarias del cuerpo para sí y para sus hermanos" (cap. V). La altísima pobreza es la gran libe– radora de los egoísmos e intereses perso– nales; hace que nos relacionemos mutua– mente como "hermanos espirituales", es decir, plenamente desapropiados, en un clima de "familiaridad" y de confiada compenetración, sobre todo cuando se trata de rodear de afecto al hermano cor– poralmente enfermo (cap. VI); y aun más, cuando la enfermedad es del espí– ritu: el hermano que peca ha de ser tra– tado con infinita comprensión; la ira y la conturbación, aun naciendo de buen celo, pueden "impedir en sí y en los otros la caridad" (cap. VII); el "hermano mi– nistro general, siervo de toda la frater– nidad, es uno más entre los hermanos, puesto "al servivio y a la utilidad común de todos"; y el capítulo general o regio– nal, no es sino la manifestación extraor– dinaria de la unión de la fraternidad en– tera (cap. VIII). Pero la hermandad interna no ha de encerrar al grupo de los pobres de Cris– to en sí mismo: forman parte de la fra– ternidad amplia de todos los creyentes, -205- son Iglesia; su vida y su acción, sobre to• todo su predicación, han de recibir de la jerarquía el sello de la autenticidad (cap. IX); es una hermandad en que toda de– sigualdad desentona, el gobierno es fun– ción de servicio, lo mismo que la obe– diencia; mandar y obedecer, corregir al que no vive según su vocación, venir en ayuda del hermano en dificultad, todo en fin se rige por las normas de la con– fianza mutua, confianza sobre todo en la rectitud con que el hermano sigue el im– pulso del "espíritu del Señor y su santa operación"; esta rectitud que supone la oración del corazón puro, humilde y pa– ciente, siempre dispuesto a amar y per– donar (cap. X). Fraternidad es la palabra de orden en la renovación actual. Hablamos de fraternidad como de un gran descubri– miento, siendo tan antigua. Y quizás ha• blamos tanto de ella precisamente por– que hemos caído en la cuenta de que la habíamos perdido. Hemos descubierto que tenemos necesidad urgente de encon– trarnos como hermanos, de comprome– ternos, como hermanos, de orar como hermanos, de unimos a Cristo y al Padre como hermanos. Por una parte, las comunidades gran– des, regulares y uniformes, podían dar la impresiónde una fraternidad lograda y segura, en su misma articulación disci– plinar, sin discordancias. Ahora, quitado el montaje que mantenía aquella cohe– rencia, nos hemos percatado de que vida en común no es lo mismo que vida en fraternidad. Pero, por otra parte, tam– bién en las actuales experiencias de "pe– queñas fraternidades" sobreviene el de– saliento después de la novedad de los pri– meros días. ¿La causa? Se descuida el fundamento evangélico de la verdadera fraternidad inculcado por Francisco: la experiencia de ser pobres exterior e in– teriormente, teniendo el corazón desapro– piado, por lo tanto abierto al amor y a la donación de sí. • • • Francisco quiso, en 'el Testamento, proteger la Regla contra el peligro de las interpretaciones. Prohibió, "por obedien– cia", las glosas que, dejando de lado el sentido obvio, buscaran la manera de ha– cer decir a las palabras lo que no decían, pero convenía que dijeran. La Regla ha– bía de leerse "pura y sencillamente, sin
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