BCCCAP00000000000000000001660

-·- 187 - sado. Por eso, no basta mirar sólo atrás y fijarnos sólo en las tradiciones del pasado. Tenemos que ser signos para los hombres de nuestro tiempo. Y esto nos exige conocer la mentalidad del hombre moderno y su mundo; esto nos exigereformas y adaptaciones. Para los valores comunes de la vi– da religiosa, como también para el carisma propio de cada instituto reli– gioso, debe buscarse una mejor forma externa, más elocuente para el hom– bre de hoy, más "encarnada" en el tiempo actual y el lugar concreto. Como nuestra vida religiosa franciscana se realiza aquí en América latina, es ne– cesario complementar la siguiente exposición general con los pensamien– tos expuestos en el artículo "Un estilo de vida franciscana para Améri:ca. Latina", anteriormente publicado en estos mismos "Cuadernos francisca– nos de Renovación" (nº 3, Sept. 1968, pp. 175-205). Signos para un mundo dinámiico y marcado por los cambios La situación actual En nuestros tiempo~ se ha producido un cambio profundo en la vida del hombre. Antes, el hombre vivía dentro del marco de la naturaleza que lo rodeaba : ella marca,ba su ritmo de vida y, a veces, lo dominaba. Y co– mo la naturaleza no cambia, la vida del hombre era estática, exenta de ma– yores cambios. La llamada "revolución industrial" cambió la situadón. La técnica y las ciencias modernas dan al hombre la posibilidad de transfor– mar su ambiente natural y el mundo, y de cambiarlo según sus planes. Nada ya parece imposible. Esto trae algo dinámico en el mundo 'Y en la vida del homhre, marcada en adelante por un proceso de cambios cada vez más acelerado. La dinámica como estilo de vida marca nuestra generación. Lo cual trae consigo una increíble movilidad: antes, el hombre vivía duran– te generaciones en un mismo lugar, dentro de su ambiente, de su profesión tradicional, de su clase social; ahora se muda con mucha facilidad de un lugar a otro, según las exigenc~as, del trabajo; J:)Uede subir o bajar fácil– mente en la escala social. Aparecen nuevas formas de convivencia huma– na; .desaparecen antiguas estructuras para dar paso a nuevas. Nuestra vida religios~ Hasta ahora la vida religiosa estaba marcada por el tradicionalismo y el institucionalismo. El tiempo exige de nosotros un alto grado de flexi– bilidad. Esto trae sus consecuencias en la organización y las estructuras de nuestras Ordenes y Congregaciones. Una exigencia de nuestro tiempo la constituye la descentralización. Esta ya debe expresarse en Jas leyes y normas que se dan. La situación en los diferentes países y en las distintas zonas del mismo ,país es cada vez más variada y exige un amplio marco de adaptación. Por eso las nuevas Constituciones se han limitado a.dar sólo una exposición del carisma, de la espiritualidad y de Jas diferentes formas de expresar este ideal, y han dejádo a las comunidades locales. el fijar su vida de comunidad concreta. Incluso se pide que la descentralización se realice también en un nivel más alto y que la misma Congregación de los Religiosos en Roma delegue una gran parte de sus facultades a las Confe– rencias Episcopales. Para lograr una mejor adaptación a un mundo que cambia con tanta rapidez, se hnce necesaria la experimentación c;le nuevas formas de vida. Porque la renovación y adaptación van a ser en el foturo uná tarea eonti,nua.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz