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-- 185 - al religioso una renunda. Y es precisamenteesta renuncia la que tiene importancia para la función de signo de la vida religiosa. Hay que enten– dérlo bien. No se quiere decir que la renuncia sea lo esencial de la vida según los consejos evangélicos. Esto sería demasiado negativo. Pero sí, que la renuncia a bienes tan ápreciados por el hombre de hoy, como son la au– todeterminación, el matrimonio, la familia, la propiedad, despierta el asombro, llama la atención, lleva a descubrir valores y realidades nu.evos, se convierte en signo. El hombre no renuncia a algo sólo por renunciar, sino que lo hace para conseguir un bien mejor, un valor mayor. E;l reli– gioso por su vida según los consejos evangélicos y por la renuncia a ciertos valores terrenos manifiesta a los demás que existen, ya en este mundo valores superiores por los cuales vale la pena hacer esta renuncia. En con– creto, el religioso muestra que este mundo, en su forma actual, no es la "tierra nueva"; que no debemos considerar el mundo y sus valores como meta, fin y último valor de nuestra vida, sino que debemos buscar a Dios y su Reino escatológico. E,l religio6o no renuncia al matrimonio, a la au– todeterminación por desprecio a estos valores _humanos y terrenos, sino que los "trasciende", los sobrepasa para acercarse más a los valores y bienes definitivos y eternos. El testimonio de los laicos y el de los religiosos se complementan. Mientras el laico, con su compromiso terreno, muestra que este mundo -en cuanto está en Cristo por medio de la Iglesia- ya es nueva creación, que debe serla más y más y un día lo será definitivamen– te, los religiosos muestran que este mundo con sus valores no es todavía el mundo nuevo y definitivo y, por lo tanto, no puede ser el último y de– finitivo valor. Los dos testimonios, él de los laicos y él de los religiosos, son necesarios para que la Iglesia pueda ser signo e instrumento de sal– vación en este mundo. La vida religiosa, como verdadero signo teológico, tiene como los otros signos de la Iglesia, por ejemplo los sacramentos, tres dimensiones, es decir, evoca hechos pasados, indica una realidad presente y anuncia al– go futuro. La vida religiosa hace visible en nuestros días algo pasado: la vida de Cristo y, por eso, es signo cristológico. Cristo es el hombre nuevo. En él se ve lo que es el hombre en el Reino de Dios, lo que significa ser un hombre salvado. La nota caraderística de Cristo es "Ser-4hacia el Pa– dre", "Ser-hacia Dios". Esta actitud fundamental determina y caracteri– za toda su vida, su relación con los demás hombres y con el mundo. Esta actitud encuentra su expresión concreta en su vida ob.ediente, pobre y vir– ginal, la que hoy llamamos vida según los "consejos evangélicos". Por me– dio de esta forma de vida, Cristo realiza su Misterio Pascual, haciéndose "obediente hasta la muerte" (Flp. 2/8). Los religiosos imitan esta forma de vida el_egida por Cristo y la hacen presente en la Iglesia y en el mun– do. Por su "ser-4hacia Dios", a semejanza de Cristo, ellos renuncian al mundo y lo trascienden. Ellos muestran que el mismo sólo es un valor relativo, que el valor último y absoluto es Dios. Su renuncia, necesaria para que su vida sea signo de una realidad transcendente, es decir del Rei– no de Dios, es imitación y una reaHzación más intensa. del Misterio Pas– cual de Cristo, al que todos los cristianos están llamados a participar desde el bautismo para poder llegar a la perfección y madurez en Cristo. / Con su vida según los consejos evangélicos los religiosos son tam,– bién signo de una realidad presente: el Reino de Dios ya está presente en

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