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-184 - el género humano..." (Lumen Gentium, 1). La Iglesia es, por su visibilidad, signo de la salvación realizada y de 1¡1 presencia salvadora de Dios en este mundo y al mismo tiempo instrumento de esta salv§tción, de suerte que los hombres puedan ahora ya hacerse partícipes de esta salvación y del Reino de Dios. Esta presencia salvífica de Dios en medio de la Iglesia y por me– dio de ella en el mundo, se expresa de diferentes maneras. La más intensa está en los "signos" por excelencia, en los s a c r a m e n t o s ("sacra– mentum" es la palab.ra latina para "signo"), especialmente en la Eucaris– tía. Ellos son presencia corporal de la redención para un lugar y tiempo determinado, presencia de la realidad invisible del Reino de Dios. Pero también en las otras actividades de la Iglesia, en la vida de las comunidades cristianas y de cada cristiano en .particular está presente -en distintas manera y densidad-,- y se hace visible la salvación. En general se puede decir, que siempre y en todas partes donde se escucha la Pala– bra de Dios y, por medio de la gracia, se vive la fe, la esperanza y la cari– dad, está presente y se hace visible la fuerza victoriosa del Reino de Dios. Esto vale para todos los cristianos (Lumen Gentium, 31). Según los documentos conciliares (Lumen Gentium, 31 y 44)) la vida religiosa forma parte de la "sacramentalidad" de la Iglesia, es decir, participa en la función de la Iglesia de ser signo de salvación en el mundo. Así, los religiosos no solamente sirven a la Iglesia y el mundo por su ejem– plo de vida, por su apostolado, las obras de caridad, la oración y los sacri– ficios, sino también por ser signos. Esta función es algo esencial en la vida de los religiosos y la forma primordial de su apostolado. La vida religiosa tiene gran importancia para quien opta por ella, porque le ayuda a progre– sar en la perfección cristiana, especialmente en la caridad, y llegar a la ma– durez en Cristo. Pero, además de este valor para el individuo, tiene tam– bién una función social en la Iglesia, una función eclesial. Por eso, la Igle– sia se preocupa tanto de los religiosos, da normas para su formación, el tiempo de iniciación, su vida, y acepta ella, por sus representantes, el com– promiso de los religiosos expresado. por los. votos o promesas. Así ellos reciben oficialmente de la Iglesia la tarea y misión de ser "signos". Tam– bién los laicos deben ser signos en la Iglesia y en el mundo. Pero el Con– cilio afirma varias veces que los religiosos por su forma peculiar de vida "dan un testimonio m á s evidente" (Lumen Gentium, 42), representan m e j o r a Cristo, cumplen m e j o r esta función de la Iglesia (Lu– men Gentium, 44). Estos comparativos expresan que la vida religiosa como signo tiene una intensidad más fuerte que las otras formas de testimonio en la Iglesia. Esto principalmente porque los religiosos forman un "esta– do" propio de vida, constituyen una forma particular de cristianos en la Iglesia. Su vida tiene un carácter de visibilidad y "univocidad sociológi– ca" (2). Lo característico de la vida religiosa es v1vll' según los consejos evangélicos de la virginidad consagrada, de pobreza y de obediencia (Lu– men Gentium, 43). No se trata sólo de una vida según el " e s p í r i tu de los consejos", porque a esto están obligados todos los cristianos, sino de una realización concreta, "corporal", de los consejos. Pero esto le exige (2) S. Regl¡", "Das Ordensleben al Zeichen in der Kirchc de.r Gegenwart", Freiburg, Schweiz, 1970, P. 140.

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