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-192- cúspide del mundo, como su meta y motor. Aquí debemos decir que el mismo Concilio Vaticano II, en su Documento sobre la Iglesia en el Mun– do de hoy ("Gaudium et Spes"), reconoce los rasgos positivos de esta nue– va visión del mundo y del hombre. Por otra parte, el hombre moderno dis– tingue más claramente y separa más sus tareas y actividades temporales y terrenas, de sus manifestaciones religiosas y sagradas. 1'V uestra vida religiosa En esta situación nueva, el religioso tiene que ser signo del Reino 1de Dios, trascendente y escatológico, como último y definitivo valor del Mundo. Este es su "apostolado" y su tarea principal. Para que su testimo– nio sea elocuente., el religioso tiene que reconocer los valores terrenos y 'humanos, no puede renunciar a ellos por desprecio. Porque, como lo se– ñala "Gaudium et Spes", Cristo, el Homb.re Dios, está en la cúspide de la Creación y de la Historia. El reúne todo ("recapitula") para llevarlo todo hac;ia el Padre. Así el mundo apélrece como algo bueno y valioso. Sólo con tal fundamento, la renuncia del religioso por medio de la vida según los consejos evangélicos será un verdadero signo para el mundo de hoy. La Virginidad evangélica es medio por el cual el religioso es signo., La virginidad, como tal, no tiene sentido en el tiempo actual (al igual que la obediencia o la pobreza) porque su forma externa será siempre renun– cia al matrimonio. Pero esta renunci3. sólo se convertirá en signo para el hombre actual cuando, sin despreciar el matrimonio y la familia, el reli– gioso se presente como una persona equilibrada y armoniosa, capaz de amistad, simpatía y cariño. Para que se logre esto, es necesario que se acepten en la vida religiosa solamente personas con un estado sicológico lo suficiente normal. Ellas serán capaces de hacer efectiva la virginidad evangélica, sin sufrir perjuicios en su personalidad. Además, más que an– tes, se deben fomentar en nuestras comunidades los valores humanos (antes itan rechazados!) de amistad, ca,riño, simpatía y toda la gama de afectos positivos tan constitutivos de la vida del hombre. Frente al extremado aprecio de los bienes terrenos y temporales, que llega hasta ci_erta idolatría de la técnica y de lo material, el religioso debe dar testimonio del Reino de Dios. tnrnscendiendo los bienes terrenos por su Pobreza evangélica. Ahí está el carisma especial y el aporte más importante de los franciscanos para el mundo de hoy. La práctica de la pobreza, en nuestro tiempo, plantea muchos problemas. El religioso que hoy renuncia a la propiedad personal no queda con esto "pobre". Porque su riqueza la constituye su mano de obra, sus talentos. Debería renunciar· al traibajo mismo. Pero esto es imposible en un mundo que aprecia sólo al hombre que trabaja y se gana su vida. Por eso, hay que buscar formas· más adaptadas para dar al hombre de hoy el testimonio de una auténtica pobreza, signo de nuestra fe en el Reino de Dios, que transciende todas las realidades y posibilidades terrenas. Una primera exigencia si;rá que nuestra pobreza sea una p o b r e– z a r e a 1 , y por consiguiente, que la comunidad misma sea pobre. Según K. Rahner, "una orden rica no puede tener religiosos pob.res" (4). Por eso, cada comunidad debe buscar un estilo de vida a_,ue pueda consi- (4) K. Ra:hner, "Teología de la Pobreza", 01p. cit., .p¡p. 469-514.

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