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·- 191- hombre: habitar, comer, orar, trabajar, descansar, reflexionar, informar y formarse. Ahí se hace realidad la comunidad, que no es suma de ciertas actividades prescritas que todos los miemb.ros ejecutan juntos, sino algo nuevo que resulta de la realización de estas actividades por personas de di– ferentes temperamentos, talentos, ideas, carismas e impulsos. Ahí está la expresión verdadera y muy particular de la comunidad concreta. Esto significa que dentro de la Orden debe tener hoy preferencia la vida de la comunidad local. Debe tener, por lo tanto, una mayor autonrnnía en la organización de su ¡propia vida. En los cambios, por ejemplo, no ha– brá que fijarse primero en la utilidad de un religioso para cierta tarea, sino en si puede congeniar con los otros miembros de tal o cual comunidad. Lo cual no implica que tienen que ser todos de la misma eda:d, de las mis– mas ideas etc. Sólo así, en pequeñas comunidades, se podrá realizar una verdadera _vida comunitaria en un ambiente familiar. Eso es lo que busca el hombre de hoy. Así podremos ser signo y dar testimonio de la frater– nidad y comunidad evangélica, en la que un grupo de personas, unidas por la misma fe y el mismo amor, atentas a la Palabra de Dios, buscan con fidelidad el camino de su vocación y comparten la misma vida. Por el pluralismo que caracteriza la sociedad de hoy, la Iglesia y con ella los religiosos constituyen sólo un sector de la sociedad, uno entre mu– chos otros. Cada vez más se esfuman ],a autoridad y poder que le prestaba a la Iglesia un régimen de cristiandad. Esto no es sólo una consecuencia de la pérdida de ia fe, sino también, en gran ¡parte, del pluralismo actual. Frente a esta situación, los religiosos ya no pueden y no deben insistir en conservar privilegios de tiempos pasados. Sería intentar hacer retroceder la historia, lo que es imposible. Debemos renunciar decididamente a estos privilegios sociales. Sólo así seremos signos para el hombre de hoy que busca autenticidad en nuestra forma de vida. El valoriza al religioso o a la comunidad religiosa no por los privilegios sociales de los cuales gozaba antaño el estado religioso, sino sólo cuando este religioso o esta comunidad den un aUJténtico testimonio de los valores humanos y evangélicos. Para eso somos signos. Signos para un mundo y una sociedad cada vez más secularizada La situación actual El hombre antiguo, sea pagano o cristiano, consideraba su vida y la naturaleza como manifestación de una actuación directa de Dios. La lluvia y la sequía, la tormenta que quemaba su casa, la plaga de ratones, eran para él manifestaciones de la voluntad de Dios. Se protegía y, si se daba el caso, se libraba de eHas con ritos religiosos. Por eso su vida profana, en todos sus sectores, estaba sacramentalizada. En la era cristiana, la Igle– sia influía en todos ellos.. Pero el hombre actual, por las ciencias y la técnica, descubrió las le– yes de la naturaleza, y que la lluvia, la tormenta etc. tienen causas natura– les. Para él, el mundo es "profano", tiene sus leyes y valor propio. Muchas veces el hombre se contenta con buscar sólo el bienestar lllaterial y va– lores terrenos y temporales. Al mismo tiempo descubre que el valor más grande es el mismo homhre, su vida personal, matrimonial y familiar. Lo cUal origina un nuevo antropocentrismo, que presenta al homb.re como

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