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-- 190 - da)• A~í el '_'capítulo de casa", realizado con frecuencia y regularidad, es una ~x1gencia del estilo democrático y corresponsable que hoy se hace ne-_ cesano en nuestras comunidades religiosas. Signos para un mundo amenazado por la "masificadón" y la soledad, y marcado por el piuralismo. La situación actual Antes la vida del hombre estaba determinada por las comunidades n'.1turales y ",primarias" : familia, parentela, clan, pueblo, comunidad reli– g10sa. Hoy en día su vida está determinada por los sistemas o comunidades "secundarias", _como las llaman los sociólogos. Cada miembro de nuestra sociedad pertenece a un sin número de estos sistemas y cada uno de ellos le exige algo y espera de él el máximo de rendimiento. Así, por su profesión, cada cual pertenece a una comuni– dad de trabajo; por ser futbolista, a una comunidad deportiva; las editoria– les de diarios se interesan por él en cuanto suscriptor; los productores de Nescafé, en cuanto necesita café; el sistema de agua ,potable, en cuanto es consumidor de agua... Para todos ellos el hombre es sólo un número, con él que se cuenta, que se estudia detenidamente, y del cual se quiere sacar el mayor provecho. De esta m;inera se llega a la "masificación" y a una cierta esclavización, en cuanto el hombre depende de estos "sistemas" en todos los detalles de su vida. Pero, como lo comprometen no en la totalidad de su persona sino sólo en un detalle, un elemento de su personalidad, el "siste– ma" entraña el peligro de la soledad. A pesar de pertenecer a tantas "co– munidades" y "sistemas" el hombre se siente solo y aislado a pesar de es– tar "masificado'\ Pero esto le trae tamb.ién una ventaja: le queda al hom– bre un amplio margen para su vida personal, de libre decisión. Así nuestro tiempo está marcado por el pluralismo ideológico, religioso, político y so– ciológico que caracteriza el mundo de hoy. Nuestra vida religiosa En nuestro tiempo se percibe una reacción contra la "masificación". Se constituyen pequeños grupos, barrios, pequeñas comunidades, círculos, células o equipos, que tratan de sacar al hombre de la masa y de la sole– dad, para llevarlo a vivir su verdadera dimensión humana y personal. Y aquí aparece una exigencia de nuestra vida religiosa como signo. Nuestro mundo ofrece dos modelos de sistemas sociales: el modelo de la gran organización, que tiene la ventaja de la racionalización y mejor rendimiento; y el modelo de las pequeñas comunidades de tipo familiar y humano. En cuanto a la eficiencia del trabajo, podemos aprender mucho de las c1randes organizaciones. Sin embare:o, la primacía en nuestra vida t, ... .._,. religiosa no la tiene el trabajo, sino la vida en comunidad. Y al respecto se nos ofrece el segundo modelo: la pequeña cOllllunidad. Como pequeñas familias, basadas en la confianza, fidelidad y amor, debemos estar presentes en .medio de las grandes organizaciones sociales e industriales, y dar testimonio de una comunidad humana y cristiana plena– mente realizada. Por eso, frente a la totalidad de la Orden o de la Provin– cia, la pequeña comunidad local debe tener preferencia. Las demás estruc– turas están a su servicio. Porque sólo ella realiza verdaderamente la v i d a religiosa, lo que abarca todas las actividades fundamentales del

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