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-28-- qué consiste? Consiste .en qu.e los re– cuerdos, las ocupaciones, las preocupa– ciones, las a,nsiedades, los proyecitos, lo:; sentimientos y resentimientos avasa– llan, destrozan, des;integran y descoyun– tan la unidad interna del hombre. :El hombre no es homlbre. Es un amasijo incoherente de "trozos" de sí mismo que lo tironean en una y otra dirección. Es un ser enteramente dominado y vencido, incapaz de ser señor de sí mismo. Eri,Cih Fromm ha .descrito magistral– mente, en varios de sus lilbros, estA fe– nómeno de la desintegración. Hay tres palabras, parecidas entre sí, que .simbolizan y resumen lo que esta– mos tratando de descri1bir: distracción, dispersión, diversión. El mum.do tecni– ficado es un atentado constante contra la unidad interna. La velocidad y el vértigo asaltan la torre del silencio. y hay una constante invitación a divertir– se, dispersarse, distraerse y, en el hom– bre, en vez de unidad hay división, en vez de control hay dominio sobre él, en: vez de silencio, clamores. La vida mc– derna dificulta, hace casi imposib;e, el silencio interior. Imposible en estas condiciones en– trar en oración. "Orar supone un pensamiento puro, un dominio de la mente, que el que or..1 trata de sustraer a las impresione.s í:.'X– teriores así como al oleaje del subcons– ciente, para fijarla, conctntrarla en un punto, donde se establee.e el contacto con el Señor de la paz y el silencio. La– bor ingrata, muy dificil Por definición, la actividad mental es algo que bulle, que se muev.e a través del campo Jel recuerdo, del conocimiento, para reali– zar sus asociaciones de ideas de donde brota el pensamiento, para deducir y para inducir. Es un peregrino que siem– pre está en trance de hacerse errante, de desviarse, de olvidar el fin, de per– derse ,entre los matorrales de las repre– sentaciones confusas y desordenadas. Aún al cabo de sus inv-estigaciones, la mente sigue agitada. A la menor invi,.. tación, vuelve a caminar vagaibuncb·, (33). - Por lo que yo sé, éste es el verdaderc, "Ruibkón" para los esfuerzos de ora– ción en_ la inmensa mayoría de 103 reli– giosos. La mayoría de los religioso::; ne supera esta dificultad y no pasa del um– bral de la oración. Las 'b_uenas intenc10- nes de mucthos son arrastradas y arra– sadas por este torbellino loco y a:::esino. Y como esa gran parte de religi.osos, a pesar de sus buenas intenciones, no ha superado esta estapa previa del silen– cio interior y no han llegado a "compro– bar y gustar cuán suave es el Seúor'' (Sal. 33, 9; 85, 5; :99, 5; 144, 9) llegan é. la conclusión de que ese es imposible, y, de consiguiente, tiempo perdido. Además he comprobado que los ede-• siástkos que, en este momento, subesti– man bastante despectivamente la con– templ,ación propiamente tal, es po-rque no han ,rebasado el umbral y !10 han entrado en el recinto ci-e la oración, y afirman sinceramente que es tiemJYJ perdido po11que para ellos ha sido un esfuerzo efectivamente inútil y perdi– do. Curiosamente Robinson. Hamilton y Van Buren (teólogos de la "muerte de dios") .confiesan no apreciar la ora– ción contemplativa porque ellos no han logrado realizarla. Nuestros maestros de vida interior -– a diferencia de los místicos ori,enLales-– no dan importancia a las condiciones psicosomáticas para la hora del en– cuentro. Y sin embargo fa tienen. Es necesario una cierta relajaciún. Con fuerte 'tensión nerviosa y c,Jn sc– brecarga neuroeléctrica será difícJ l llf~– gar al si.lencio interior. A su vez, esta relaj3!ción está en íntima conexión con la respiración, las posturas corporales... Será necesario ejercitarse ,en '.a con– centradón. cosa fa1di,snensable i:nd·.-1s0 para el eiüiliibrio humano. Solamenk~ de esta manera se podrá re-componer, re-integrar, re-ordenaJr, re-construir la únidad interior del hombre, y sol-amente de esta mane,ra habrá señorío, paz, si– lencio. Hay que calmar todo el ser. Aquietar las inquietudes. No ser obje– to sino sujeto de sí mismo. Hemos llegado al silencio interior. Dejarse I~eva.r A partir de este dima, y mediante la fe vivificada, Dios "se hace" Presencia. De dos presencias resulta una sola prt– sencia. Y sin sombra de panteísmo, el hom'bre llega a sentirse ante ·El, con El y dentro de El, y El dentro de nosotros según aquello "en El existimos, nos movemos y somos" (Hechos, 17, 28).

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