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-110- apostólica. En el mejor de los casos, formaban equipos de trabajo, pero no fraternidades. Y aquí está la diferencia esencial : en una sociedad conventual, la sode– dad misma mira ,a la ma11cha eficiente de la obra. En cambio, en una sociedad fraterna, el primer "bien" es el her,ma– no, y se busca primordialmente super– sonalización, desarrollando relaciones interpersonales y fraternas entre unos y otros. Esto exige que haya un vuelco co– perniciano a la hora de las prioridades y de la organización, sobre todo a la ho– ra de la formación de las fraternidades locales. Los Ministros y responsables :de la fraternidad deberán prever los conflictos que podrían originarse entre los hermanos destinados a tal lugar, y deberán mirar y buscar la sue,rte de los hermanos antes que la conducción brillante de una obra. Exigencias comunitarias A diferencia de una sociedad con– ventual, en la que las relaciones han llevado un sello marcadamente indivi– dualista, ya que se originaban y se de– sarrollaban de superior a súbdifo y de súbdito a superior, todas las relaciones de una sociedad fraterna deberán lle– var el sello comunitario. Las relacio– nes deberán nacer, desarrollarse y con– sumarse en el seno del pueblo de ,los hermanos. Solo así la obediencia será responsable y fraterna, y la autoridad será ministerio y servicio. Y solo así, golpe a golpe, el indivi– dualismo cederá terreno hasta anularse, y dará lugar a una estructura y vida fraterna. ~o sé muy bien que la obediencia res– ponsable y fraterna es infinitamente más dificil que la simple obediencia a la autoridad. Prácticamente hay que obe– decer a todos, no a uno solo. Sé lo que ocurre : los hermanos nos dejamos lle– var de la voz de nuestros intereses. Y: esto sin darnos cuenta. Confundimos ca– risma personal con capricho. - Para una obediencia mutua será exi– gencia radical e indispensable el vivir en un estado elemental de conversión y desprendimiento de sí. De otra mane– ra la ob.ediencia mutua se convertirá en una guerra de intereses personales. Para obedecer,nos mutuamente, de– beremos aceptarnos mutuamente, so– meter tanto la a:ctividad como la vida al control y critica de la fraternidad. Solo así se originará la comunidad de hermanos. El desobediente se excluye a sí mismo de la unidad orgánica de la fraternidad. Liberado de sí mismo, la obediencia mutua integra al hermano en la unidad fraterna (15). Como comunidad de t>rabajo, la actividad u ocupación del hermano no puede ser señalada por el superior tan sólo. En una sociedad conventual, sí, era sufi– ciente que el superior lo ordenara, com– probara y aprobara. En una sociedad fraterna la organiza– ción de las actividades deberá origi– narse dentro del pueblo de los herma– nos. El hecho de tener que poner sobre el tapete cada hermano su actividad pa– ra ser revisada, criiticada y reorganiza– da, con el peligro de que la fraternidad decida lo que no le gusta y repruebe lo que le gusta, constituye un golpe muy fuerte contra el individualismo. Como comunidad de oración, igual que en cualquiera otra actividad, será exi– gencia imprescindible que la oración - en cuanto a organización y realiza– ción : tiempo, lugar, modalidades - nazca en el pueblo de los hermanos. La fraternidad es, ante todo, un pue– blo orante. En consecuenda, esta acti– vidad deberá gozar de la primera prio– ridad. En los encuentros de fraternidad, será la materia principal para ser ana– lizada, revisada y reorganizada. La fratern1dad debe crear y cuidar momentos de interioridad y silencio pa– ra permanecer a solas, delante de Dios, delante de su PalaJbra creadora y reve– ladora. Es la oración personal o con– templativa. La fraternidad deb.erá preo– cuparse de asegurar esos momentos, sin que normalmente sean aplazados ni des– plazados por otras urgencias. Enseguida, la fraternidad deberá preocuparse por preparar esmerada– mente la oración comunitaria. Y no só– lo los momentos oportunos u otras ,cir– cunstancias exteriores. sino la confec– ción de los te:irtos, lecturas y plegarias. El centro vital de la vida fraterna será