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·- 109 -- Y en general, para la hora de anali– zar la validez de una vocación para la vida fraterna, habría que tener presen– te todo el horizonte de la psicopatolo– gía; y no hablo necesariamente de psi– copatología grave. Se debiera cerrar el paso a candidatos afectados por f.enó– menos como psi'Cosis, neurosis, comple– jos, inlhibidones, sea que vengan oiri– ginados de SiU estructma psíquka o de traumas de edades pasadas. Así como también a los -temperamentos agr:esi– vos, despechados, narcisistas... (13). Y no olvidemos aue si una vez la San– ta Sede prolhilbió eÍ uso del examen psi– coanalítico para los canqidatos (en el "caso Lemercier"), sin embargo más tarde recomendó su ultilización para los efectos de averiguar las disposiciones del candidaJto para la convivencia fra– terna. DificuHades provenienites. de l:a estructura La gran mayoría de nosotros se ha formado para una vida conventual, di– gamos así, simplificando. Esa vida con– ventual Hevaba una patente marcada– mente individualista, y, por ende, tam– bién nuestra .forimación : tal formación para tal estructura. La estructura comienza a sufrir una verdadera metamorfosis, y desde una sociedad monacal vamos avanzando torpemente haJcia una sociedad comuni– nitaria y fraterna. Y nosotros nos ha– llamos metidos en medio de la encruci– jada de la corriente. iPobres de noso– tros! Formados, hechos a la medida de una estructura mona,cal, no solamente tenemos que ,cambiar nuestra cabeza si– no que tenemos la tar-ea de crear una sociedad frate:r'.na, tarea para la cual no estáibamos preparados. Nuestra adaptación es un renacimien– to. Y estamos comprobando que rena– cer es más doloroso que nacer. Se sien– ten gemidos de pmto, dificultades por todas partes. No hay caminos y hay que caminar. Las nuevas formas que :hay que inventar van configurándose lenta– mente mientras vacilamos muchas ve– ces en nuestro paso. Vemos que los jó– venes que llegan se habitúan con faci- lidad a los mecanismos ,comunitarios. Pero icuánta dificultad para n9sotros! Esta metamorfosis abarca todo : cri– terios, insph-adón, valores; prioridades. Es todo un -edificio que hay que cam– biar desde sus cimientos. Ahora nos damos cuenta de iqué diversa es una sociedad fraterna, tanto evangélica, so– ciológica y psicológicamente, a una so– ciedad conventual! Color individual Espero no caer en la caricatura al describir la vida ,conventual. En una agrupación de ese tipo, el individuo fá– cilmente pierde el sello personal y se convierte en número y tiene el inme– diato peligro de ser asaltado po;r la so– ledad. ,Siem.pre tendremos que tener presen– te que el ser humano, por inclinación natural, tiende a realizarse abriéndose a los otros y entrando en -comunión con ellos. Pero si, una vez metido en el gru– po conventual, no encuentra con quien entrar en comunión porque todos es– tán "ausentes", su mecanismo instinti– vo le hace replegarse hacia sus regiones interiores, en busca de seguridad. Pern allá deinitro, el hermano no encuentra sino el frío y la soledad, dos enemigos mortales de la fraternidad. Ta,l vez la celda es el símibolo de ese repliegue. Alhora bien, saJbemos muy bien que esa fría soledad int,erior es el clima ideal para contraer todas las enferme– dades del espkitu. Y será casi seguro que cuando el hermano salga de esas solitarias interioridades, saldrá enfer– mo. A mi juido, éste es el diagrama para explicar tantos casos de herma– nos que, habiendo sido sanos y equili-· brados al ingresar, más tarde se van haciendo agresivos, resentidos, infan– tiles (14). Pasando ahora a otro aspecto, en la estructura conventual la organizadón no estaba al servicio del hermano sino al servicio de ciertas actividades. Lo impoPtante no era el hermano sino ,las obras apostólicas. Siguiendo este es– quema mental, los superiore's, al hacer los cambios para las nuevas fraternida– des no miraban tanto el :bien del her– mano ,sino la buena ma:rcha de la obra

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