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- 114 -- mo" se refugia en su interior. Allí solo hay frío y soledad, y en ese clima se en– ferma más. Al sentirse rechazado por fa fraternidad, se endurece más en su crisis o "pecado". Entonces la fraterni– dad se escandaliza más y rechaza más. Este es el círculo vicioso; y ésfa es la historia de la reproibación y "muerte" de muchos hermanos. El gran ausente en ese proceso fue el amor. Y la fraternidad tiene ante sí un sofo camino para redimir al hermano difícil : el camino del amor. En la "Car– ta a un cierto Ministro", en tres distin– tos momentos, Francisco aconseja la re– ceta del amor : "Ama a los que te ha– cen estas cosas". Más tarde, como solu– ción a cualquier conflicto : "Les darás pruebas de amor". Que ¿qué tienes que hacer con el hermano did:ícil? "Amale más que a mí". La cartita a fr. León se abre con una efusión de profundo cariño : "Hijo mío, te hablo como una madre a su niño". Fray Rizzerio era el típico caso clíni– co de manía persecutoria : ''nadie me quiere, todos me redhazan". Enterado Francisco, le escribe esta cartita : "Que ninguna tentación te tu:rlbe, hijo mío; que ningún pensamiento te aflija por– que yo te amo muchísimo, y ten por seguro que eres digno de amor y fami– liaridad entre todos los que amo. Ven a mi presencia siempre que quieras y que mi amistad te dé confianza para hablar– me". iUna cartita de amor! Talismán liberador de cualquiera enfermedad del espíritu, mejor que todos los métodos de psicoterapia y mejor, también, que las recetas medicinales del Derecho Ca– nónico. El amor todo lo redime. Sólo el amor redime. Redimirse es volver a vivir, re– sucitar en cierto sentido. El amor engen– dra vida siempre. Y sólo el amor da vida. Vida y amor se identifican. NOTAS (1) Cfr. Declaración sobre la vida de los Hermanos Menores en el mundo de hoy, n9 21, en "Cuadernos Francisca– nos de Renova<Ción", n1> 1, (HJ68), pág. 10. (2J Ibidem, n<:> 22. (3) Cfr. K. Esser, "Comunidad fraterna", en "Cuadernos Franciscanos de Reno– vación", n<:> 4, (1968), págs. 297-305. Véase también, ,en el mismo número, el artículo de P. Beguin, "Fraternidad, forma del Santo .Evangelio", donde también aparece con claridad que san Francisco, siguiendo las huellas evan– gélicas, inició una forma de vida fra– terna. (4) Constituciones de los Hermanos Me– nores Capuchinos, artículo 72, La mis– ma idea aiparece en el artículo 9. Véa– se también las Constituciones . Gene– rales de la Orden de los Hermanos Menores, cap. III, "La comunión fra– ternal", n<:> 1-11 y artículo 38. (5) Cfr. Philipp Lersch, en "La estructu– ra de la personalidaid", Editorial Scientia, Barcelona, 1968, pág. 45. (6) Cfr. Thaddée Matura, "Comunidad evangélica", en "Cuadernos Francis– canos de Renovación", pág. 264. (7) Cfr. el magnífico estudio de Erich Fromm, "El narcisismo. individual y social", en su libro "El corazón del hombre", "Colección Popular", 76, Fondo de cultura económica, México, 1966, págs. 68-109. 13) Cfr. la Declaración sobre la vida de los hermanos menores en el mundo de hoy, n<? 22, ya mencíoanada en la nota l. (9) Cfr. Instrucción sobre la renovación acomodada de la formación para la vida religiosa, año 1969, sobre todo desde el n<? 3 hasta el n9 18.

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