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- 112 psicología y de la sociología. Si la gra– cia supone la naturaleza, la fraterni– dad la presupondrá con mayor razón. Hemos hablado de las difiicul tades provenientes de la selección, de la for– mación, de la estructura. Ahora nos co– rresponde decir que el manantial más caudaloso donde nace la mayoría de las dificultades es el mismo hermano. Y, antes de entrar en materia pro– piamente dicha, debemos ,recordarnos que, en un momento u otro de la vida, todos somos difkiles. Puede haber anor– malidades provenientes de la constitu– ción psíquica o de los traumas de la in– fancia. Pero aun en una persona nor– mal caben crisis transitorias. Por ejem– plo tenemos que ,contar con la versati– lidad, es decir, la influencia del factor tiempo : una persona hoy es encanta– dora, y pasado mañana, antipática. E.s La misma persona pero iaparece tan distinta! Es que los infin1tos y comple– jísimos mecanismo;;, pskosomáticos van produciendo alteraciones en las reac– ciones y conductas. Y aunque estos cambios se producen de forma aparato– so. en las personas inestables, sin em– bargo aun en las personas normales al– teran sus reacciones en un momento dado. Además, a partir de la localización de las funciones humanas en el cerebro y debido al avance de la neurología y bioquímka, se demuestra que una per– sona puede ser normal en un noventa por ciento de su actuación. Pero de pronto se advierte una pequeña anor– malidad que, a lo mejor . se debe a la deficiente irrigadón de una zona cere– bral. iCuantos casos conocemos! Este hermano es magnífico y equilibrado, pe– ro no lo toquen en este puntito porque tendrá una extraña reacción. Con esto sólo quiero decir que cualquiera de no– sotros puede ser un hermano difícil en un momento dado, y que las reflexio– nes pueden ser aplicables para noso- tros todos. - El misterio del hermano El "otro" casi siempre es un desco– nocido. Y, pm- desconocido, un incom– prendido. Y por incomprendido, vienen las desinteligencias y dificultades con él. Agarremos el mis,terio del hombre desde Ia raíz. Nosotros no hemos esco– gido la existencia. En el momento ra– dical de su existencia, el hombre no tiene libertad porque no ha optado por la vida. En esto de que yo exista en este momento, yo no he tenido ni arte ni parte. Yo vengo desde fuera, y sim– plemente me encuentro con que estoy existiendo. Más aún. En vez de dedrseme "¿quie– res existir, sí o no?", la existencia se me ha prepuesto, se me ha propuesto, y se me ha impuesto. Y no solamente la existencia sino también y sobre to– do el condi'Cionamiento personal : épo– ca, padres, medio ambiente, carácter, estructura personal. Hemos nacido, y hemos recibido inclinaciones, limi tacio– nes y deficiencias que determin,an tal o cual manera de obrar. ¿Tenemos mucha culpa o mérito de haber nacido melan-' cólicos o eufóricos, inteligentes o tor– pes? Ciertamente no podemos caer en un determinismo fatalista. Existen la Gra– cia y la libertad. Pero aun la Gracia es– tá condicionada por la naturaleza; ni la Gracia puede hacer mifagros de trans– formaóón con una naturaleza radical– mente deteriorada. Y ¿1a libertad? Cuando uno se asoma a las leyes genéticas, cuando le hablan del condi'Cionamiento de la conducta por el funcionamiento de cualquiera glán– dula endocrina, uno se queda mudo, lle– no de reverente miedo. Por ejemplo, hoy se comienza a hablar de la influencia de los rayos cósmicos sobre Ia conducta humana. La libertad no queda anulada, pero sí asaltada y maniatada. Una sim– ple raya vertical en el electro-encefalo– grama podría explicar esta conducta y aquella reacción. Este hermano parece autosuficiente, y resulta que tan sólo es un tímido: y el tímido, por un mecanis– mo de compensadón, trata de camuflar su inseguridad interior con maneras se– guras. Este otro her,mano parece un en– vidioso, y resulta que, en realidad, es un acomplejado. Aquel otro parece un des– pechado, pero en realidad se trata de problemas afectivos que se arrastran desde la infancia. iEl misterio del her– mano! (18).

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