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-196- se parecen· a las clásicas congregaciones; se parecen más bien a asociaciones como·· los institutos seculares; con compromisos equivalentes a los votos. Sus miembros viven unos en sus hogares, y otros en fraternidades. A pesar de esta tan fuerte presencia franciscana, en el Brasil existen muy pocos, monasterios de Damas Pobres. Sólo unos pocos conventos de cla– risas. No hay un solo monasterio· de capuchinas contemplativas. Pregunté a: va– rios hermanos osbre este fenómeno; ninguno· supo darme una explicación convincente. Presencia misionera Cuando se contemplan los grandes conventos franciscanas de Sao Paulo, Rio de Janeiro o Salvador, uno se siente tentado a pensar que la familia fran– ciscana se halla bien instalada en los centros burgueses de las grandes ciuda– des del Brasil. Pero, en realidad, se trata de una impresión equívoca y parcial. Cuando se tiende la mirada panorámica y se contempla en su conjunta globalidad la presencia franciscana, quedamos impresionados por la enorme cantidad de centros misionales diseminados a lo largo y ancho de la infinita selva brasileira. Personalmente, quedé admirado más de una vez al encontrarme con gru– pos de hermanos llegados desde los puntos más distantes del país, desde Mato Grosso, Marañón, Ceará, Amazonia, Pernambuco, Goyaz... que comenzaban a narrar sus incontables penalidades, la precariedad de sus medios, de sus di– ficultades para movilizarse, de la absoluta marginación y abandono en que se encuentran ellos y sus fieles, por parte de las autoridades. Innumerables hermanas trabajan en las tareas más humildes, en las "favelas", en los servicios eclesiales más sacrificados. Miles de hermanas están enclavadas en la selva tropical con toda clase de molestias- mosquitos, cobras, enfermedades, un clima enervante-, sacando la cara por la dignidad de los sempiternos olvidados, soportando junto a ellos la hostilidad de los poderosos. Los unos y las otras tienen que transformarse en voz de los que no tienen voz, de los eternos postergados a quienes nadie mira, nadie quiere, y de los cuales nadie se preocupa más que para explotarlos. Es preciso tener presente el siguiente detalle: muchos de estos misio– neros no son extranjeros llegados de Europa. Generalmente se trata de las florecientes provincias de las costas atlánticas que sienten vivamente el senti– do eclesial y expresan su inquietud misionera instalando centros misionales en las infinitas regiones amazónicas. En un alto número son misioneros brasi– leiros que trabajan en el Brasil. Sólo en México he conocido cosa parecida, en 1a provincia de Jalisco. Actividades En el Brasil -como en toda América Latina, pero aquí en mayor es– cala- una buena parte de las parroquias está encomendada a religiosos. La inmensa mayoríil de los hermanos está al servicio ministerial, ejer– ciendo su trabajo tradicional en las parroquias. Este hecho, aparentemente ino– cente, provoca un conflicto íntimo y profundo en· los hermanos. El conflicto consiste en que el religioso, por su naturaleza, forma parte del grupo caris-

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