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-129 - esas Congregaciones están instaladas solamente en la costa atlántica. La realidad es muy diferente de esa impre– sión. Cuando vamos informándonos detalladamen– te, sobre todo por la información directa, quedé muchas veces abismado de la generosidad y he– roismo de muchas de estas Hermanas. La in– mensa mayoría de estas Congregaciones tienen fundaciones y mis.iones, como brazos largos, en la inmensidad del país. Las Hermanas que asistían a los Encuentros contaban cosas increíbles. Cualquiera de ellas me decía: ¿sabe? para llegar a este Encuentro tuve que hacer tres días de navegación por el río y 32 horas de autobús. En la inmensidad perdida de la selva, ellas son todo: hacen de enfermeras, imparten los sa– cramentos, organizan cursos de alfabetización, todos los adelantos sociales dependen de ellas, ya sea la traída de agua, ya sea la autocons– trucción de casas. Muchas me decían que en cualquier momento tienen oue arriesgarse a to· mar el bisturí, si no el enfermo se muere irre– mediablemente. Recuerdo oue una Hermana me dijo: en mi vida ya he hecho 63 operaciones cesáreas, y no hay peligi'o de que la Asociación Nacional de Salud se entere. Ellos nunca se acercan allá. Es impresionante el coraje y la valentía de algunas de estas Hermanas para la defensa de los pobres y de los oprimidos. ¡Qué cosas me contaban! Como a esas inmensidades no llega ni la policía ni la justicia, algunos "fazenderos" poderosos explotan sin compasíón y sin contra– peso a las pobres gentes. Las únicas que se constituyen en defensoras son ellas mismas que los concientizan para defender sus derechos in– clusive en algunos casos hasta organizar v~rda– deras huelgas. Varias de ellas me contaban que estuvieron varias veces amenazadas de muerte, y que en sus salidas al campo las acompañaban dos o tres de estos explotados. En los grandes centros misionales que en o!ros tiempos estuvieron regentados por los mi– sioneros, ahora solamente se ve allá un puñado de valientes Hermanas, con una fidelidad, capa- cidad de sacrificio y sobre todo con una perse– verancia que deja en uno la impresión final de que la mujer (la religiosa) va a ser la "salva– ción" de la Iglesia por su enorme capacidad de sacrificio y amor. Otra cosa interesante de anotar: a estas Her– manas que venían de las lejanas inmensidades, de medios ambientes pobrísimos, a éstas se les veía muc~o más felices y plenas, en general., que aquellas otras que trabajaban en las gran– des metrópolis. Además de lo el.icho, las Hermanas en general se dedican a los hospitales, escuelas, horfanatos, asilos. . . Ultimamente diversas Congregaciones Franciscanas han liberado considerable número de sus miembros para el trabajo de pastoral di– recta. Este es un fenómeno que en el Brasil se da en una proporción e intensidad mayores que en el. resto de América Latina: la enorme cantidad de Hermanas que, de hecho, hacen de todo pas– toralmente hablando. Prácticamente asumen la totalidad de las actividades apostólicas: · la ca– tequesis, los círculos bíblicos, las celebraciones <le la Palabra, la distribución de la Eucaristía la administración del sacramento del bautismo ; de la atención de los enfermos. Presencié otras muchas cosas: organizan en los barrios o misiones centros recreativos co– munitarios: allá congregan a los moradores' por– que es el- único centro de diversión. Participan también en grupos de jóvenes, en TIC (Treinamento de Lideres Cristiaos) en los Cursillos de Cristiandad, en la prepara~ión de los padres y padrinos para los bautismos, en la preparación de los niños y adultos para la pri– mera comunión, en la preparación de los novios para el matrimonio. Particularmente en las ciudades del interior participan intensamente en la promoción huma– na, sobre todo a través de MOBRAL (Movi– mientos Brasileros de Alfabetización de Adultos) Y a través de los cursos de corte y costura, de arte culinaria, higiene y horticultura. fr. Ignacio Larrañaga, ofm. <'8P,

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