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-128 - En esa enorme confusión vital, las Hermanas no tenían deseo de invitar a nadie para una ins– titución que, según los "teólogos", estaba cadu– cada. Por lo demás, muchas de ellas habían de– jado de vivir el espíritu de la Vida Religiosa debido a la infiltración, en su vida, de los idea– les secularizantes de la sociedad de consumo. Si ellas percibían que no vivían el espíritu de la Vida Consagrada ¿ para qué invitar a otras? Pero todo esto pasó; por lo menos pasó la crisis aguda. El Espíritu Santo comienza a re– construir todo, poco a poco, con su fuerza diná– mica. El proceso es lento pero seguro. En mi opinión, lo mejor que ha acontecido en esta etapa transitoria es que las Hermanas han percibido experimentalmente que Dios, para este nuestro proyecto de vida, es cuestión de vida o muerte, que sin Dios la vida no tiene sen– tido. Se trata de algo grave, de algo primordial en la existencia humana: el sentido de vida. Y el primer paso ha sido justamente ése: las Hermanas comenzaron en la tarea elemental de recuperación de la experiencia de Dios, y esto de una manera fuerte, casi, diría, angustiosa, porque percibían que se trataba de algo radical. Comunidades enteras han entrado en cualquie– ra cosa, agrupación o movimiento en que se trate o se experimente la intimidad con Dios, sea con carácter comunitario o con carácter con– templativo. Personalmente, yo estoy observando un deseo general i1Tesistible, un ansia vivísima por parti– cipar en los Encuentros de experiencia de Dios que dirijo en los diferentes estados de este país. Casi no se puede creer: en los cuarenta y dos En– cuentros de esta clase que estoy dirigiendo este año, ya no quedan inscripciones (no quedaban ya desde enero) hasta fines de septiembre. Cien– tos y cientos de Hermanas piden incripción. Im– posible. Todo está completo, desde siete u ocho meses de antelación. Y normalmente los Encuen– tros son de alta asistencia: 130, 150, a veces hasta más allá de 200 Hermanas. En los Encuen– tros con los Hermanos está aconteciendo otro tanto, relativamente. Es un hambre de Dios como nunca en tiem– pos pasados. Una sed de vida contemplativa corno no había existido antes. En unos Encuentros es– peciales que dirijo llamados ESCUELA DE ORA– CION PARA ANIMADORES quedo siempre im– presionado al ver cómo los Hermanos y las Her– manas soportan un sostenido y alto ritmo du- 1·ante quince días. El hecho mismo de que mi libro Muéstrame tu Rostro, traducido al portu– gués, haya agotado en dos meses la primera edi– ción de 5.000 ejemplares, está demostrando el impetuoso resurgir de la vida con Dios y de la experiencia contemplativa. Y no podía ser de otra manera: al recuperar el sentido de Dios, la vida misma de las Herma– nas recupera su sentido, justamente porque Dios es el sentido de su vida. Como consecuencia de eso, todo se anima. Las vocaciones llegan. Se han abierto todos los noviciados. No conozco ninguna Congregación franciscana que no tenga su buen grupo de postulantes, novicias y jóvenes profesas. Generalmente, al frente de esos grupos de jóvenes no está una formadora como en los tiempos pasados, sino un equipo de formadoras, muy bien preparadas y de muy buen espíritu. Percibo también, un gran entusiasmo por la formación franciscana, por la inspiración fran– ciscana. En este sentido, el Curso del CEFEPAL de Petrópolis va creando una generación de formadoras, bien impregnadas poi· el espíritu de san Francisco. Entre las mismas formadoras, en varias oportunidades, presencié una discusión sobre for– mación de alto nivel. El problema era éste: las novicias y jóvenes profesas, ¿ es conveniente que asistan a Cursos de Teología, como mecanismos de formación? Sólo unas pocas afirmaban esa conveniencia porque, decían, para formarse en Dios necesitan saber de la ciencia de Dios. Pero la inmensa mayoría vino a decir, más o menos, así: cuántas Hermanas no conocernos que han hecho cuatro años de teología en el Regina l\fon– di, en Lumen Vitae de Lovaina. Muchísimas de ellas salieron. Otras se han transformado en las contestatarias oficiales de sus Congregaciones, aureoladas por el título. Pero lo peor no es eso, decían. Lo peor es que todas ellas, casi sin excepción, racionalizan, l'acionalizan y racionali– zan todo. En su manera de habla!' tienen formas estereotipadas y mil etiquetas de alta teología para encubrir todos sus gustos y caprichos. En resumen: percibimos clara y dolorosamente que apenas a ninguna de ellas les ha servido la teo– logía para progresar en la experiencia de Dios. En esta discusión de alto nivel, la conclusión fue ésta: para formar a las jóvenes, Cursos de Teología ¡no! Otras añadían: Cursos de Teolo– gía ni para las jóv,enes ni para las adultas; aten– gámonos a la experiencia. Contra esa impresión generalizada en contra de los Cursos de Teología, todas ellas aspiraban y deseaban Cursos de Franciscanismo y Cursos de Espiritualidad. Pero ellas hablaban de cursos de tipo experimental más que de doctrina. Repe– tían incesantemente: estamos aburridas de cla– ses, cursos, teorías, doctrinas. Queremos expe– riencia; alguien que nos transmita vida. Y de– cían que la formación tiene que consistir fun– damentalmente en experimentar a las jóvenes en la intimidad y "conocimiento" de Nuestro Se– ñor Jesucristo. Expansión apostólica Si miramos, a vista de paJaro, el pano-rama de las 69 Congregaciones :Femeninas J<'rancisca– nas podríamos tener una óptica desenfocada. Sus curias provinciales están generalmente en– clavadas en los grandes centros urbanos. Gene– ralmente, estas mismas Congregaciones tienen también importantes centros de enseñanza en algunas de las grandes ciudades. Existe el pe– ligro de quedar con J.a impresión general de que
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