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- 126 - 2. BRASIL: PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LAS FRANCISCANAS Aunque hasta el momento han sido más los Encuentros realizados con los Hermanos que con las Hermanas, dispongo de una amplía in– formación de primera mano sobre la situación global de las Hermanas franciscanas en este paíi;. Como fuente de información, han sido prin– cipalmente las mismas Hermanas que participa– ron en los Encuentros llegadas desde los dife– rentes puntos del país. He consultado también algunos documentos generales elaborados por CEFEPAL-Brasil, en su sede de Petrópolis. Sin embargo la presente reseña tendrá necesaria– mente un carácter fragmentario. e incompleto. Las impresiones no tienen globalidad, no quisie– ra universalizar. Las informaciones y las afirma– ciones no corresponden matemáticamente a todas las Congregaciones. El país es inmenso. Son muy diferentes las circunstancias culturales, religio– sas y económica.s de cada región. Estas con– dicionan la situación global de las religiosas. Las estadísticas de que se dispone sobre el número de Congregaciones Femeninas Francis– canas, y sobre el número de sus miembros y co– munidades son incompletas. Según la última in– vestigación, en el Brasil existen 69 Congregacio– nes Pranciscanas, prescindiendo de las Clarisas. También según estas mismas recientes esta– dísticas, el número total de miembros se aproxi– maría a 8.009 Hermanas. En este punto la inse– guridad es todavía mayor debido al alto núme– ro de abandonos acontecidos en estos últimos años. Una buena parte de las Congregaciones Fran– ciscanas son de procedencia extranjera, particu– larmente de origen alemán y norteamericano. La inmensa mayoría de. las Congregaciones llegaron al Brasil al final del siglo pasado o a principios del presente. Venían a pedido de al– gún Obispo, o también invitadas por alguna Con– gregación de religiosos con los cuales trabajaban juntos en su país de origen. Sin embargo existen en el Brasil unas 25 Congregaciones femeninas Franciscanas que na– cieron aquí mismo, lo cual está significando la fortaleza de la presencia franciscana nativa, desde siglos atrás. Generalmente las Congregaciones se instala– ban en lo que se llama la coeta atlántica del Brasil, particularmente en los er,lados de Bahfo, Minas Gerais, Guanabara, Sao Paulo, Santa Ca– tarina, Paraná y Río Grande do Sul. En la me– dida en que iban creciendo, instalaban sus comu– nidades en el nordeste del país. Y más tarde en la inmensa región amazónica. En todo el Brasil existen muy pocos monas– terios de Hermanas de la Segunda Orden. Por ejemplo no existe ni un solo monasterio de Ca– puchinas de Clausura, habiendo una enorme can– tidad de Capuchinos, en trece diferentes circuns– cripciones. Existen algunos monasterios de Cla– risas, pero muy pocos. Este es un fenómeno curioso que me llamó la atención y pregunté varias veces a los Hermanos por ese fenómeno; pero nunca recibí una explicación satisfactoria. Años de desorientación Estos quince últimos años han sido de tre– menda desorientación para las Franciscanas del Brasil (así como también para las otras religio– sas). Fue, en muchos casos, una apertura brusca. No estaban preparadas ni cultural ni psicológi– ca ni espiritualmente. La vida interior se des– plomó estrepitosamente. Su proyecto de vida per– dió sentido. Fueron envueltas por la superfi– cialidad. El "gran problema" para la mayoría de las Congregaciones fue el hábito. En muchísi– mas congregaciones arrasaron con todo signo ex– terior. Entró el mundanismo y la frivolidad. Mil exigencias. Mil caprichos. Mil compensa– ciones. Todas descontentas. Aquéllas que tenían edad y título universitario regresaban al mundo mirando olímpicamente a las que quedaban, di– ciendo que eran una verdade1·a sangría: aban– donos, deserciones, escándalos. Hubo varias Con– gregaciones que perdieron el 50% de sus miem– bros, y por cierto los miembros más jóvenes y mejor preparados. Como era de prever, el fondo de la cuestión era la vida con Dios. Derribaron a hachazos y sin compasión todos los actos de piedad con la típica expresión brasilera "eso era". Por mu– chos años, para muchas comunidades, sobre todo para las pequeñas comunidades, el esquema de vida era éste: de la cama al desayuno y del desayuno a la calle. Cuando menos rezaban, me– nos ganas de rezar tenían. Muchas Hermanas han vivido por largos períodos como si Dios no existiese, es decir en un ateísmo vital. Juntamente con eso, un horizontalismo fre– nético sustituyó a la antigua piedad. La aper– tura al mundo, las actividades llamadas apostó– licas fueron válvulas de escape y mecanismos de compensación para el terrible vacío interior. Y se derramaron con verdadero frenesí en cual– quier "cantidad" de actividades, actividades, lla– memos así, de la calle. Naturalmente, no tenien– do consistencia interior, ese activismo arrasó con la estabilidad emocional y el equilibrio interior. Nerviosas, agitadas, descontroladas, desconten– tas, agresivas, muy próximas a la frontera de la neurosis, sin capacidad de dominio y señorío interior, se refugiaron en los consultorios psi-

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