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- 125 - TESTIMONIOS l. LAS CLARISAS CAPUCHINAS EN .M:EXICO La monja clarisa es la que ha profesado lá Regla y forma de vida que dejó escrita santa Clara de Asís. Las clarisas capuchinas, que son una rama de las clari– sas, tomaron este nombre en Italia, en el siglo XVI, cuando se formaron en una familia espiritualmente ligada a la recién nacida Orden de Hermanos Menores Ca– puchinos, con Constituciones propias que son la interpretación y adaptación autén– tica de la santa Regla. El primer monasterio fundado en la capital de México data del año 1665, con religiosas provenientes de Toledo, España. En la actualidad existen 45 monas– terios con un millar de religiosas. Trece de estos monasterios fueron fundados en un período de dos siglos y medio o sea entre 1665 y 1926. Algunos más fueron fun– dados pero se extinguieron principalmente por causa de la disolución de las Ordenes religiosas y expropiación de sus conventos por las Leyes de Reforma de Benito Juárez por los años de 1858. El aumento de vocaciones y, por consiguiente, de monasterios ha sido sor– prendente en los últimos cincuenta años, en dos épocas sucesivas muy importantes de la historia de la Iglesia en México: desde la persecución religiosa de Calles, afios 1926-1929, hasta el Concilio Vaticano II tenemos 1!) monasterios más; y sobre todo desde el afio 1!)52, año en que dio inic.io el Conc.ilio ha habido un promedio de una fundación anual, o sea 13. ¿ A qué se debe esta vitalidad de vocaciones'? Sin duda alguna que el ideal evangélico de pobreza, humildad y sencillez de san l<'rancisco y santa Clara encon– tró terveno propicio para desarrollarse en la Nueva España (México), ya desde los albores de su evangelización por los frailes franciscanos y de otras Ordenes 1·cligiosas. Pronto las Ordenes contemplativas femeninas comenzaron a flore– cer, entre ellas las de clarisas y de concepcionistas. De las capuchinas, fundadas en 1665, refiere el prestigiado historiador p. Ma– riano Cuevas, s. j. en su Historia ele la Iglesia en México: " ...porque estas buenas religiosas eran como la personificación del más elevado escetismo y alta espiritua– lidad. Respetando y queriendo nuestro público a las demás religiosas, en éstas veía algo más, veía en ellas mucho a Dios para usar de la frase que por aquellos tiempos usaba un obispo de la Nueva España, y por eso las monjas capuchinas se atrajeron entonces y se siguen atrayendo muy especial simpatía de las personas verdadera– mente espirituales". Este concepto que se tenía de las capuchinas sigue siendo válido hoy. Siempre se han distinguido por una gran austeridad de vida y de fidelidad al espíritu de sus Fundadores Francisco y Clara. El pueblo lo está comprobando y por esta causa su vida atrae a la juventud. :E:l futuro vocacional es ciertamente prometedor. En el pueblo mexicano hay capacidad para la vida contemplativa. Hay una disposición y un deseo maravilloso en la jov•en de hoy para una entrega total, generosa y gozosa al servicio del Señor y su Reino que coincide con este gran momento renovador que vive toda la Iglesia. Las vocaciones en los monasterios de capuchinas de México han procedido siempre la gran mayoría del medio campesino y de la condición humilde donde, en general, por distintos factores sicológicos y sociales, el nivel cultural es bajo. Para comprender este movimiento de renovación que vivimos y marchar decididamente a su paso, se requiere más que nunca una mayor base humana y espiritual en quien se siente llamado a la vida religiosa. El mismo Concilio nos ha dicho que la adecuada renovación de los Institutos depende principalmente de la formación de sus miembros. Estamos dando pasos muy concretos y positivos para que tanto las jóvenes que solicitan ingreso en los monasterios de capuchinas, como J.as que han ingresado en los últimos años y las responsables de las distintas etapas de la formación, obtengan la preparación sufi– ciente para estar al nivel que requiere una vivencia plena de la consagración reli– giosa en la vida contemplativa, tal y como lo desea y expresa repetidamente la iglesia postconciliar. fr. Sebastián lbars, ofrn. cap. ¿,., .Jo

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