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- 108 - mm1mo las necesidades en el ajuar personal, vestido y comida. Pero a veces, por la formación recibida, se trata más de una pobreza-mortificación, que del verdadero desapropio interno, de esa disponibilidad de servicio y de ese sen– tido de peregrinación que es propio de la pobreza enseñada por san Francisco y santa Clara. Pocas veces es una pobreza liberadora y unificante. Suele haber demasiado apego al edificio, al lugar, a los familiares, a las amistades, a los bienhechores, a los usos, es decir, a lo seguro y conocido. En punto a formación franciscana el abandono ha sido profundo en tiempos pasados, y no por culpa de ellas. Sé de una comunidad donde todavía siguen leyendo en público, como única biografía de san Francisco y de santa Clara, ¡las Crónicas de Marcos de Lisboa! Cuando se les expone debidamente la espiritualidad franciscana, sobre todo el espíritu de santa Clara y el sentido de la Regla, es para ellas como un descubrir nuevamente su vocación. Son buenas. Son almas de fe. de piedad. de penitP.,cin. Y nhundan entre ellas verdaderas almas de oración. Pero, es preciso confesarlo, otra gran parte viven más de las oraciones que de la oración. Les ha faltado generalmen– te una verdadera iniciación en las vías del espíritu. Quizá no todas, al entrar, cayeron en la cuenta de que Dios las llamaba en serio por ese camino. Pero no quisiera generalizar: me he encontrado con verdaderas contemplativas de experiencia mística y con comunidades enteras donde se respira la atmósfera de la auténtica oración. Mirando al futuro La vocac10n contemplativa tiene una m1s1on importante en la sociedad moderna. Y no han de faltar vocaciones a las comunidades franciscanas con– templativas si ellas responden a esa misión, renovándose en la línea señalada por la Iglesia, especialmente en los aspectos siguientes: 1.- Mayor atención al elemento contemplativo de la vida "contempla– tiva". Cultivar el espíritu de oración y la experiencia de la oración, rezando menos y contemplando más, buscando con mayor ahinco la intimidad divina, a todo riesgo. Sí, el dejar obrar a Dios es un riesgo de fe. 2.- Fomento de la vida litúrgica y del espíritu litúrgico, como parte primaria de ese elenco contemplativo. Una liturgia no solamente ceremonial, sino hecha vida hacia adentro y testimonio hacia afuera, incluso realizada con grupos de fieles, sin mengua de la clausura, como ya Io van haciendo muchas comunidades. 3.- En la liturgia y fuera de clb el alimento genuino de la vida con– templativa es la Palabra de Dios. Más espiritualidad bíblica y, por lo tanto, mayor formación de las religiosas en la sagrada Escritura. Se ha adelantado mucho en estos años, y con resultados halagüeños. La pena es que no siempre las comunidades encuentran personas preparadas y disponibles para hacerles este servicio. 4.- Una mayor franciscanización. "El Concilio insiste justamente en la obligación de ser fieles al espíritu de los Fundadores, a sus intenciones evan– gélicas, al ejemplo de su santidad" (5). Es una labor urgente. A veces difícil, porque ciertos valores del espíritu de san Francisco y de santa Clara, como la dinámica de la fraternidad, el ejercicio de la autoridad en espíritu de servicio, la obediencia responsable, la libertad de espíritu, la apertura sincera, la postura positiva y optimista ante la vida y ante los hombres ..., chocan contra formalismos atávicos, contra el individualismo y el encogimiento moral en la formación re- (5) PAULO VI, Exhort. Evangelica testificatío, n. 11.
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