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- 112 Sólo que quizá se podría aplicar también a algunas religiosas lo que, en un reciente congreso feminista, echó en rostro una profesora a las congre– sistas: "Todo lo que voy oyendo en este congreso me suena a puro despecho por lo que somos: complejo y pesadumbre de ser mujeres". Y pedía se hablara más de la gran misión de la mujer en la vida, como mujer, y menos de invadir las tareas del hombre. Lección ele la crisis y mirada al futuro 1.- La vida religiosa sólo tiene sentido, en nuestra sociedad, mirada a la luz de la fe, es decir, como realidad de un Reino que no es ele este mundo, pero sí para este mundo. Si seguimos analizando exclusivamente a través del prisma de la sociología o de la psicología profunda el hecho de una vida en pobreza voluntaria, en celibato voluntario, en obediencia voluntaria, podemos dar por liquidados los Institutos religiosos. Urge recobrar ese sentido de fe, más aún de opción evangélica y de renuncia. La vocación religiosa del futuro, en los Institutos que sobrevivan a la crisis, tendrá mucho de la experiencia de una conversión, la misma experiencia que Francisco y Clara, en sus respectivos Testamentos, reconocen hablando de su vocación a la vida según el Evangelio. Lo que se pierda en número, se ganará en autenticidad de llamada y de res– puesta. 2.- Sobre la base de esa experiencia de compromiso "penitencial" -dis– posición espiritual tan franciscana-, no será difícil dar con la fórmula de una encarnación auténtica en el contexto humano, secular, con un testimonio evan– gélico claro y veraz, inquietante y renovador. La religiosa del futuro habrá de presentarse como diferente, no tanto quizá por la manera de vestir, cuanto por la opción excepcional de su género de vida, por su compromiso total al lado de Jesucristo. Quien se acerca a ella deberá sentirse inquieto, reprendido sin palabras, como ante la personificación de un ideal superior. 3.- Y es esa superioridad femenina, afirmada en sus auténticos valores, la que dará a la religiosa un nuevo ascendiente en la sociedad, ascendiente que será tanto más subyugador cuanto más tenga de espíritu de servicio y de donación, de diakonía, a impulso de un amor liberado, en plenitud virginal. El Concilio ha puesto una grande esperanza en los recursos de la mujer para la cristianización de nuestra sociedad, y en especial de la mujer consagrada, "en un mundo donde el egoísmo y la búsqueda de placeres quisieran hacer ley", precisamente porque la mujer sabe "hacer la verdad dulce, tierna, accesible", combinando "la audacia de las grandes empresas con el sentido de los comienzos humildes". (9) Pero no es proceso fácil. Se requiere una acertada pedagogía interna. "Junto a la mujer animosa, psicológicamente desarrollada, que toma en sus propias manos su destino, habrá siempre .religiosas que busquen seguridad y protección sobre todo bajo las alas masculinas. Pero una tal madurez debería ser la meta en toda comunidad de mujeres." (10) 4.- Profundizar en la vocación evangélica franciscana. Nada más consola– dor, y hasta aleccionador para nosotros, los de la "Primera Orden", que la sed de formación franciscana que se ha despertado en estos años entre los Institutos femeninos de nuestra gran familia. El haber tenido que fundamentar la propia (9) Mensaje a las Mujeres, ed. cit., p. 842. (10) B. HARING, o. c., p. 219.
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