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-123- Esta reflexión arrastra consigo largas consecuencias, me parece. La Fraternld,d debería trazarse unas líneas de acción que como orientación y preferencia llevaran el sello de una real minoridad. Esta selección prefe– rencial de actividades ya está presente en las insistencias de las nuevas Constituciones. El mismo Kajetan Esser declara que nuestra misión nos llama sobre todo entre los humildes: '•Es a esa altura donde se sitúa el co– razón mismo de la espiritualidad franciscana" (13). ''Nuestra condición de menores nos impone también un método y uri estilo de trabajo apostólico. Nuestra actividad apostólica ha de ser transparencia de nuestra propia vida. Si nosotros profesamos "aquella emi– nencia de la altí:oima pobreza" (2 Regla, 6) nuestro apostolado ha de dis– tinguirse tamlJ;én por la característica de la pobreza, y en su realización hemos de preferir, en consecuencia, los medios "mas humildes y pobres" (CC. GG., ~06/a) como han de ser también adecuados a nuestra profesión y condición los compromisos que adquiramos (126/2). Si alguna vez nos viéramos precisados a intervenir en grandes iniciativas, hemos de hacer– lo "con sencillez" (106/3). Igualmente nuestras atenciones han de ser par– ticularmente parA los pobres y necesitados" (CC. GG., 112, 113, 114) (14). Dos interrogantes abie11tos pa,ra fas herm,a111ias Primero.--· Estarnos de acuerdo con fr. Kajetan Esser en que la Pri– mera Orden se ha dedicado siempre y sigue dedicandose a toda clase de ac– tividad. Sin embargo tenemos que tener presente que la inmensa mayo– ría de las hermanas que han brotado del tronco franciscano en los dos úl– timos siglos, tienen señalada, desde su fundación, una actividad específica si no excluyente, sí preferente. Son miles y mHes en el mundo y consti– tuyen parte muy importante de la Familia franciscana. La pn~gunti!, a mi modo de ver bastante conflictiva, es la siguiente: dambién para ellas lo importante es la vida y no la actividad? El crite– rio aplicado a lm; hermanos en el sentido de que "la cuestión" es la -qida y no las obras, ¿,se podrá aplicar en el mismo sentido y en el mismo nivel a las hermanas'? Ellas tienen asignadas tareas específicas desde su fundación, y yo sigo creyendc que la actividad configura, determina y condiciona el estilo y la mentalidad. Por ejemplo si las hermanas clarisas sustituyeran su ''ac– tividad" contemplativa por otra, ¿no se lastimaría una parte integrante de su carisma? Si las Franciscanas Misioneras de María renunciaran a su carácter misionero ¿no se dañaría vitalmente su razón de ser? Estos mis– mos ejemplo~; son aplicables a la inmensa mayoría de las herrnánas, ori– ginadas de la Ter.cera Orden de Penitencia. Dejo abiertó este interrogante para la reflexión y discusión de los hermanos y de léis hermanas. Segundo.-- Hoy día se suscita con frecuencia un conflicto' de orden práctico entre lo!:' carismas personales y el carisma congregacional, Ilame– moslo así. Es unhecho que en la vocación franciscana (támbién en las in- (13) K. Esser, ''La m,is.ión a,postólic.a d,e 'los herm,anos menores", artículo pulbLica– do en este m'·,rno número. np. 82-8:3. (14) Fr. José Antonio Guerra, "La vida a¡po,stó1ica en las Nu-evas.,Consti.hicio,nes Gene.r.a:Les", en Cantaibria Franciscana, 1w W•S (m31yo-j1mi,0°,.,t9·7t0);.. p, 96.

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