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-- 121 - eante. Más que rle un ministerio se trata de presencia. Más que de obrar, se trata de st>r. Si antes hemos distinguido obras apostólicas de la vida apostólica, habremos de concluir que lo importante en el religioso es la vida ,apostólica. Nuestra época necesita ver y tocar, igual que Tomás. Exige pruebas y señales. El hombre de la era tecnológica - para el que sólo es ''verdad" aquello que se somete a experimentación - este hombre, para creer que Cristo está vivo, necesita comprobarlo experimentalmente. Ahora bien; para ello no esperamos una portentosa manifestación de Dios, como en los tiempos antiguos. Solamente a través de la vida convencida y convincente del reHg10so intervendrá Dios con su Victoria Pascual. . 2 . NUESTRA "FOR,MA DE VIDA" APOSTOLICA Las nuevas Constituciones son la respuesta de la Fraternidad al Conciliio que ha reclamado el regreso al Evangelio, el retorno a la ·ins– piración original y la adaptación a los tiempos presentes. Son la búsqueda, el hallazgo y el reflejo de nuestra identidad carismática. Por o.tra parte también reflejan admirablemente las ideas apostóli– cas para r~ligiosos, emanadas del Concilio y expuestas en las ,páginas an– teriores. Sin embargo, a mi modo de ver, este reflejo no lo es tanto por la fidelidad a la inspiración del Concilio sino por el decidido regreso y fide– lidad a la inspiración original de la Fraternidad. No obstante, en vez de citar articulas y textos de las Constituciones que configuran nuestra "forma de vida" apostólica, lo voy a hacer con unos párrafos admirables de la "Declaración sobre la vida de los herma– nos menore_s en el mundo de hoy", emanada de la fraternidad franciscana de Taizé : "Nuestrn ripostolado se ejerce esencial y primordialmente por nuestra misma forma de vida. Queremos ser una fraternidad basada en el Evan– gelio de Dios y presente entre los hombres de hoy. Orientada hacia Dios, atenta tan sólo a su voz, tratando tan sólo de acatar su voluntad y agradar– le (1 Regla, 22), nuestra fraternidad testificará al Dios vivo y su primacía, tanto en la comunidad de la oración como de la espera de su venida. Vi– viendo así, nuestra fraternidad no hará más que vivir, conforme a su ca– risma, lo gue constituye la vocación de la Iglesia entera y de ,cada cristia– no. La voluntad de manifestar en nuestra forma de vida la primacía de Dios y la del amor fraterno - lo que incluye que tal testimonio se dé en una forma visible e inteligible para la masa en la que vivimos - he aquí lo que constituye nuestro más fundamental apostolado. Aihí están la nor– ma y el crit¿rio según los cuales hemos de juzgar el valor de cualquier otro compromiso apostólico. Todos ellos están subordinados a este testimonio esencial y no podemos aceptarlos si no parecen compatibles con él" (10). Así, pues, la fuerza de nuestro apostolado no lo serán los medios de producción, estructuras organizativas, institnciones, sistemas· o aparatos, ni siquiera la preparación adecuada. Por otra parte, no se quiere indicar, sin embargo, que la actividad del hermano menor tenga que ser de un (10) "D2'c1ara.ción seo.re la vida die los hermanos menores en el muncto de hoy, Cuadcrtios Pranciscanos de Renovación, l. nY 56, p. 18.
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