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píritu Santo". No tenía aún "ejercitado el espíritu en las cosas divinas", pero lue– go, "por el uso más frecuente de la ora– ción, fue encendiéndose en él la llama de los bienes celestiales", y se sintió con va– lor para dejarlo todo por seguir el impul– so divino. "Buscaba los lugares solita– rios" para entregarse a la oración; "salía a meditar a solas en el campo". Después de la renuncia en manos de su padre, an– te el Obispo, "seguro y libre, fue a bus– car el retiro de la soledad" (45). Y una vez rodeado de sus primeros se– guidores, en el tugurio de Rivo Torta, "se entregaba sin cesar al ejercicio de la oración, procurando cultivar más la ora– ción mental que la vocal" (46). Atento a presentar al fundador como modelo de oración, el doctor seráfico lo describe "pasando las noches en oración, como de costumbre" (47). La oración era para Francisco "consuelo mientras se daba a la contemplación, refugio mientras se daba a la acción". Pone en sus labios una exhortación, que no hallamos en Celano: "Insistía en que la gracia de la oración debe desearla el religioso más que nin– guna otra cosa, y que ningún creyente puede adelantar, sin ella, en el servicio de Dios" (48). Cuando Francisco envía a sus primeros compañeros a la primera excursión para anunciar la paz y la penitencia, no falta la recomendación, añadida por Buena– ventura, de "ser vigilantes en la oración" (49). Entre las formas de oración lleva la preferencia el ejercicio de la contempla– ción. Francisco se había habituado a la "dulcedumbre de la contemplación divi– na"; en ella el alma experimenta la fuer– za superior que la levanta sobre sí mis– ma": la sursumactio; la expresión "sur– sum agebatur in Deum" viene sin cesar a la pluma de Buenaventura (50). En el l tinerarium mentís in Deum pone a Fran– cisco como modelo de contemplativos, sobre todo después de la estigmatización: 45) LM, I, 2, 3, 4, S; II, 1, S. 46) LM, IV, 3. 47) LM, IV, 4, 11. 48) LM, II, 1. 49) LM, III, 7. SO) LM, VIII, 1; XIII, 1, 3, 9; Leg. minar, VI, 1; VII, l. -49- "Apareció como ejemplar de con– templación perfecta, como antes lo fuera de acción perfecta; y Dios, por medio de él invita a todos los hom– bres verdaderamente espirituales, más con el ejemplo que con la palabra, a ese paso y salida del espíritu: tran– situs et mentis excessus (51). Se trata del éxtasis. Dada la impor– tancia que Buenaventura atribuye en sus escritos espirituales a la experiencia del éxtasis, ~e explica que no pierda ocasión de ponerlo de relieve en la oración de Francisco. Las palabras del Crucifijo de San Damián le hacen caer en éxtasis: men– tís alienatur excessu (52). Dice que con frecuencia quedaba arrobado en éxtasis; y refiere un rapto que no menciona Ce– laflo (53). Aún el encuadramiento bonaventuria– no de la vida espiritual en las tres vías, que tanto había de influir en la historia de la espiritualidad, viene aplicado al proceso místico de Francisco. La "opera– ción seráfica" que culminó en la estig– matización, lo fue purificando, iluminan– do e inflamando en amor. Es el comenta– rio que hace Buenaventura al episodio, por él solamente referido, del arriero calentado al contacto de la mano estig– matizada del santo (54). Y en uno de los sermones dirá textualmente: "El Espíri– tu del Señor primero lo purificó, en se– gundo lugar lo iluminó, y en tercer lugar lo perfeccionó (55). Perfecta sujeción de la carne al espíritu Por lo que hace a la mortificación y vida de austeridad de Francisco no es mucho lo que añade la Legenda. Lo par– ticular de Buenaventura es la relación que establece con la progresiva identifi– cación con Cristo crucificado en todo lo que soporta el santo por amor a El. Ya desde su vencimiento con los leprosos (56) punto de arranque de su conversión, "ponía cuidado en la mortificación de la carne, para poder llevar aun externa– mente en el cuerpo la cruz de Cristo, que 51) Itinerarium, VII, 3, Opera omnia, V, 312. 52) LM, II, 1. 53) LM, X, 2, 4. 54) LM, XIII, 7. SS) Sermón II de s. Francisco, Opera omnia, IX, 581. 56) LM, I, 6.

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