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-44- rís, ante un selecto auditorio, ·en la fies– ta de san Francisco (3). Podemos suponer lo que un hecho co– mo éste, en aquella edad, tuvo que in– fluir en la imagen emocional que Buena– ventura se formó de aquel a quien le to– caba conocer en su dimensión de santo, poderoso ante Dios, antes de conocerlo en su dimensión de hombre. Educado por los hermanos como puer oblatus - niño ofrecido a san Francis– co-, debió de iniciar el noviciado por el año 1238, a la edad de 21 años. Goberna– ba la Orden, desde 1232, el genial cuanto discutido fray Elías. La fraternidad, ex– tendida por toda Europa y por Oriente, era ya una fuerza organizada y respetada, apoyada decididamente por la Sede apos– tólica, aceptada con entusiasmo por el pueblo cristiano, no obstante las tensio– nes internas entre los partidarios de la evolución y los que la consideraban co– mo una traición a los ideales del funda– dor. La evolución cobró nuevo impulso bajo el ministro general Aymón de Fa– versham (1240-1244), en especial por lo que hace el cultivo de los estudios y a la presencia de los franciscanos en los grandes centros del saber teológico. En París, al llegar el joven fray Buenaventu– ra como alumno en 1242, el estudium generale de los Menores vivía en plena euforia desde que, en 1236, había vestido el hábito y había trasladado allá su cáte– dra el insigne maestro Alejandro de Ha– les. En 1238 se había añadido una segun– da cátedra regentada por los hijos de san Francisco. En aquel ambiente fue formándose in– telectual y espiritualmente Buenaventu– ra, hasta quedar incorporado él mismo progresivamente al cuadro de licenciados y maestros. Era muy natural que se ha– bituase a ver a san Francisco a través de la realidad que le ofrecía, en el gran convento de París, la fraternidad por él fundada. La otra realidad - la de la in– timidad fraterna, sencilla y recoleta, en los eremitorios de Italia, santificados por Francisco, refugio todavía de los com– pañeros primeros del ~anto - la experi– mentaría más tarde, siendo ya general, y 3) Sermón 1II de s. Francisco, Opera. om,iia, IX, 583. le llenaría de suave nostalgia. Pero no le haría cambiar la idea de la Orden tal como la había vivido y amado en París. Y es muy natural, asímismo, que la existencia excepcional del Poverello que– dase iluminada por la vigorosa síntesis teológica, . muy enraizada en san Agustín, a la que iba llegando en sus lecciones so– bre las Sentencias de Pedro Lombardo y sobre la sagrada Escritura. Es una sínte– sis en que, claro está, a su vez ha dejado SJ.l huella la espiritualidad de san Fran– cisco, esa "doctrina" del non litteratus doctor (4), a la que él mismo se siente deudor (5). No es éste el lugar de examinar las características de la Legenda Maior, que han sido ya suficientemente estudiadas (6). Pero conviene dejar notado, para ma– yor inteligencia de cuanto se dirá en este estudio, el gusto de san Buenaventura por el ejemplarismo en que todo cuanto existe y sucede se realiza según el mode– lo de Cristo, sea como Verbo eterno, sea como Verbo encarnado, y por el simbo– lismo místico, al que le había habituado la exégesis bíblica. Con frecuencia da ese sentido simbó– lico a los hechos de la vida de Francisco. Por ejemplo, al narrar el episodio de lá aparición de las tres doncellas, que él convierte en las virtudes correspondien– tes a los tres votos (7). Otras veces re– dondea los hechos con consideraciones ascéticas, echando mano de contraposi– ciones convencionales. Basten algunos 4) Sermón V de s. Francisco, Opera omnia, IX, 593. 5) Es lo que ha querido demostrar, no sin cierta exageración, W. DETTLOFF, Die Geis– tigkeit de hl. Fram:.iskus in der Theologie der Franziskaner; en Wiss. Weish. 19 (1956) 197 - 211. Véase, además, L. CICHITTO, L' anima serafica del Dottore Serafico; en Com– ment. Fr. Min. Convent. 37 (1940) 347-354; Miscell. Franc. 41 (1941) 20 - 33. 6) Cfr. D. CRESI, Discussioni e documenti di Storia Francescana; en Studi. Franc. 54 (1957) 351 - 380. - S. CLASEN, S. Bonaven– tura, S. Francisci Legendae Maioris com– pilator¡ en Arch. Franc. Hist. S4 (1961) 241• 272; 55 (1962) 3-58; 289-319. Y la edición ale– mana, con introducción del mismo S. CLA– SEN, Franziskus Engel des sechsten Siegels. Sein Leben nach den Schriften des hl. Bo– naventura. Werl. Westf. 1962. 7) LM. VII, 6. El relato está tomado de 2 Cel, 93.

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