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-43- La • imagen de san Francisco tal como nos la ha transmitido san Buenaventura por fr. Lázaro Iriarte ofm. cap. Entre los historiadores que tratan de utilizar críticamente las fuentes biográfi• cas de san Francisco, se ha convenido en dejar casi completamente de lado la Le– genda Maior y los demás escritos de san Buenaventura, ya que son escasos los da– tos que añaden a las dos vidas de Tomás de Celano y, sobre todo, porque se trata de una biografía de tesis, escrita magis– tralmente, eso sí, pero con una selección y una interpretación sagazmente intencio– nada de los hechos. No obstante, desde otro punto de vista, al historiador intere– sa grandemente conocer los rasgos de esa visión que había de ser la oficial de la Orden durante varios siglos y había de influir fuertemente en la imagen popu– lar del .Poverello. Ahora bien: la diferencia entre el san Francisco que descubrimos en los esc-rl– tos personales de éste y en Tomás d.,; Ce– lano y el que nos presenta san Buenaven– tura, no está tanto en la diferente mani– pulación de los datos cuanto en el ángu• lo visual desde el cual él lo contempla, es decir, la estructura teológica de su men– te y su responsabilidad como ministro general de una Orden, que ha alcanzado ya el término de la evolución. Es un san Francisco situado ya fuera del tiempo y del espacio, personaje alineado con los grandes enviados de Dios, una existencia que es un nuevo jalón en la historia de la salvación (1). Y es el fundador de una 1) Cfr. S. CLASEN, Die Sendung des hl. Fran– ziskus. /hre Heilsgeschichtliche Deutung durch Bonaventura; en Wiss. Weish. 14 Orden que tiene una m1s1on definida en la Iglesia y que, para ser eficiente, nece– sita coherencia interna entre las exigen• cias de la vida y los ideales que la impul– san. No cabe, por lo mismo, contraste en– tre las aspiraciones del fundador y las condiciones de vida requeridas i_;or la misión que la Orden ha de llevar a cabo. Cuando Buenaventura vino al mundo - año 1217 con toda probabilidad -, la fraternidad de los Menores se hallaba en su expansión inicial. Entre los recuerdos del futuro maestro de París debió de quedar vivo el del júbilo de los frailes de Bagnoregio al festejar la canonización de Francisco en 1228. Contaba entonces on– ce años. Y muy poco después debió de ocurrir su milagrosa curación, obtenida por las oraciones de la madre, Ritella, quien lo ofreció con voto al nuevo santo. El agradecimiento a este favor, añadido al afecto con que se lo rogaron los her– manos en el capítulo general de 1260, le movió a aceptar gustosamente el encargo de escribir la vida de san Francisco. Lo recuerda él mismo en el prólogo de la Legenda Maior y al final de la Legenda Minar: "Es un hecho que lo tengo muy presente en la memoria" (2). Lo había ya atestiguado en 1258, predicando en Pa- (1951) 212-225. - W. RAUCH, Gestalt und Person bei Franziskus und Bonaventura; en Einsicht und Glaube. Herausg. von J. Rat– zingei und H. Fries. Freiburg - Base! -– Wien 1962, p. 200 • 208. 2) Legenda Maior (LM), Prol. 3; Legenda Mi– nor, VII, 8.

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