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La "communitas" se sobrepone a la "fraternitas" Donde más aparece la evolución sufri– da cuando Buenaventura tomó el gobier– no de la Orden es en el ritmo de la vida común. A la espontaneidad y movilidad de los .primeros grupos sucedió la comu– nidad conventual cada vez más organiza– da, con su horario riguroso, con su distri– bución de tareas, con su vida litúrgica re– gulada y solemne, con sus estructuras in– ternas. Esta seriedad del conventus, uni– forme y eficiente, en que el superior es como la cabeza que organiza y mueve to– do el conjunto (148), encantaba a Buena– ventura, hombre disciplinado y responsa– bilísimo como era. Trata, por eso, de buscar apoyo en la autoridad del fundador para inculcar el sentido de disciplina y de uniformidad. Lo presenta repetidas veces como "mode– lo de obediencia", y pondera esa virtud en los seguidores de Francisco (149) Al ha– blar de la primera "forma de vida" redac– tada por san Francisco, modifica muy significativamente la motivación dada por Celano; éste dice que el fundador "aña– dió a los textos evangélicos algunas po– cas cosas que eran absolutamente nece-– sarias para orientar la clase de vida abra– zada"; y Buenaventura cambia: "algunas cosas que parecían necesarias para la uni– formidad de la vida del grupo; ad unifor– men vivendi modum" (150). Al sentido de disciplina interna corres– ponde la preocupación de Buenaventura por mantener en la Orden la obediencia a la Sede apostólica, incluso como garan– tía de la unidad interna. No solo hace re– saltar esa fidelidad en san Francisco, si– no que aprovecha las oportunidades de acentuarla. Hablando de sus enseñanzas al grupo inicial, añade la de "creer firme– mente y confesar sencillamente la verdad de la fe, en conformidad con lo que cree y enseña la santa Iglesia romana" (151). 148) Cfr. De sex alis seraphim, 6, Opuscula mys– tica, Quaracchi 1900, 395s. Véase mi estu– dio: Communitatis franciscalis evolutio historica, en Laurentianum 1 (1966) 91-163. 149) LM, I, 1, 3: II, 7; IV, 7, 7, 10; VI, 4, 7, 9, 11. 150) LM, 111, 8; cfr. lCel, 32. 151) LM, IV, 3. -63- En el relato de la Navidad de Greccio cuida de dejar advertido que un hecho tan fuera de las normas litúrgicas no fue un abuso de libertad en el santo: "A fin de que no fuese tomado por una nove– dad, había pedido y obtenido licencia del Romano Pontífice para aquella iniciati– va" (152). Entre las recomendaciones de Francisco a los hermanos, antes de mo– rir, añade por su cuenta la de "mantener la fidelidad a la santa Iglesia romana" (153). En conclusión, puede afirmarse que el san Francisco que nos ha transmitido el doctor seráfico no es diferente del que hemos recibido a través de las fuentes biográficas de mayor solvencia. En algu– nos aspectos la fisonomía espiritual del santo ha quedado mejor delineada, más profundamente captada. Pero es una fi– gura elaborada, en algún sentido instru– men.talizada, al servicio de una finalidad, la de suprimir la contraposición entre la interpretación del ideal evangélico tal co– mo lo enseñó y vivió el Poverello, siem– pre ejemplar de los Menores y la traduc– ción de ese mismo ideal a la realidad vi– vida por una Orden plenamente evolucio– nada, pero fiel sustancialmente a la línea trazada por el fundador. Buenaventura, por otra parte -y es uri fallo verdadero en él- no se ha preocu– pado de buscar el espíritu genuino del se– ráfico Padre en la fuente. Utiliza amplia– mente las dos biografías de Celano, y las completa con otras informaciones orales, pero desconoce totalmente los escritos personales del santo. Ni una sola cita di– recta de las "Admoniciones", ni de la Re– gla primera; aun la Regla bulada la lee, generalmente, no como expresión del pro– grama evangélico dejado por el fundador a la fraternidad, sino como el texto legis– lativo que ha llegado hasta él ya tan car– gado de problemática y, por lo mismo, válido en la forma y en la medida que disponga la Sede apostólica. 152) LM, X, 7. 153) LM, XIV, 5.
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