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Buenaventura tiene, pues, la convic– ción de que las declaraciones pontificias no tienen por objeto precisar el sentido de la Regla, sino aquietar la conciencia de los hermanos mediante una interven– ción de quien es supremo Pastor de la Orden por serlo de toda la Iglesia. Y en cuanto a la objeción normal de que, se– gún la Regla, los hermanos menores han de "vivir como peregrinos y forasteros", sabe muy bien que la respuesta se halla en el Testamento: lo importante para Francisco no es que se tengan o no ca– sas e iglesias, sino que no se pierda por causa de ellas el sentido de peregrinación: "¿Acaso no construyó lugares san Francisco?... Lo que él quiso es que no nos apeguemos a las casas en que vivi– mos ni las consideremos como propias, sino que mantengamos la actitud del pe– regrino, que va de paso hacia la patria..." (135). Pero debiendo defender la pobreza en común contra los enemigos de fuera, lle– gó a sentar la tesis de la distinción entre dominio y uso,· dió esta definición forza– da de la pobreza: "virtud que abdicará de los bienes temporales, por la cual sin nada propio..." y dedica páginas y pági– nas a demostrar que ésta fue la pobreza de Cristo y de los Apóstoles (Apologia pauperum VII, VIII, p. 273). Mayor dificultad hallaba el sabio gene– ral para explicar satisfactoriamente b contradicción palpable entre la voluntad tan expresa del fundador de que la fra– ternidad no recibiera dinero y la realidad que a él le tocaba vivir. ¿Qué significaban aquellos nuncios que recibían y gastaban el dinero a nombre y bajo la dependencia de los superiores? ¿No eran esa "persona interpuesta", subterfugio previsto y prohi– bido en la misma Regla? Aquí también :a solución es jurídica: la autoridad del Pa– pa. La conciencia de los hermanos puede estar tranquila, ya que ellos no reciben dinero, aun cuando dispongan de él (136). En cambio el opúsculo, de atribució!1 dudosa, aun citando la bula de Gregario 135) [bid., 8, p. 334. Sobre esta cuestión véas0 mi estudio: "Aprropriatio" et "expropria– tio" in doctrina s. Francisci; en Lauren• tianum, 11 (1970) 3 • 35. 136) Epist. de tribus quaestionibus, 3-5, Opera omnia, VIII, 332. -61- IX, trata de hallar la solución realista pasando por encima de la letra y captan– do el espíritu, la intentio Regulae: "Lo que san Francisco, autor de la Re– gla, quiere -intendit- es cerrar a los hermanos el camino de la avaricia en la posesión del dinero, pero no impedirle,; que recurran a él para procurarse lo ne– cesario (137). Efectivamente, esa intención del fun– dador se ve clara en el capítulo corres– pondiente de la Regla primera. Otro aspecto de la pobreza franciscana, que Buenaventura tuvo que justificar más bien ante los enemigos externos, es la mendicación. Y se esfuerza por acumu– lar razones fundadas en el ejemplo de Cristo y de los apóstoles, pero también en motivos que halla en el género de vi– da apostólica de la Orden (138). Como motivación para hacer que los hermanos amen el ejercicio de la mendicación aña– de, a lo que halla en Celano, el Honor que supone solicitar la caridad de los hombres "bajo el título de hermanos me– nores" y la "libertad de espíritu", que san Francisco veía en ese depender de los hombres (139). El único derecho que justifica la men– dicación es la pobreza real: "Es una men– tira fea e indigna - escribe enérgicamen– te a toda la Orden - tratarnos como ri– cos dentro del convento y andar mendi– gando fuera como pobres" (Epist. off., VIII, 471 a). El Trabajo y el estudio Una de las razones alegadas para justi– ficar la limosna es la de que los herma– nos menores, debiendo emplearse en el estudio y en la predicación, y no debien– do dedicarse a trabajos manuales remu– nerados, no disponen de recursos para procurarse la subsistencia. 137) Dtermin. quaestionum, 25, Opera omnia, VIII, 354. 138) Para todo lo referente a la defensa llevada a cabo por san Buenaventura véase S CLASEN, Der hl Bonaventura und das Mendikantentum. Ein Beitrage zur Ideens– geschichte des Pariser Mendikantenstreites (1252 - 1273). Werl Westtf. 1940. 139) LM, VII, 8, 9.

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