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-60- rar falto de actualidad el ideal de Fran– cisco. Se hallaba plenamente identifica– do con él, sobre todo en lo que hace a fa pobreza. Cada página de la Legenda lo atestigua, como también los demás opús– culos sobre la Orden. Francisco es el Pa– triarca pauperum (130); "no se hallará ningún otro que haya hecho profesión de pobreza como él" (131). Todos los ele– mentos fundamentales del ideal de po– breza enseñado y practicado por Fran– cisco los hallamos en Buenaventura: "S.!– guir a Cristo pobre y crucificado" (Car– ta a las Claris~s de Asís, VIII, 47s), sen– tido de renuncia y de desapropio, no sólo de los bienes externos, sino aun de los internos, es decir actitud de minoridad; confianza en el Padre Dios, que cuida de los pobres voluntarios (132); vocación de "peregrinos y forasteros en este mun– do"; el doctor seráfico da a esta peregri– nación un sentido bíblico de éxodo per– manente: "Francisco recordó a los hermanos que, pasando por el desierto del mundo como peregrinos y forasteros, y como verdaderos hebreos, debían celebrar continuamente la Pascua del Sefior, esto es, su paso de este mundo al Padre, en pobreza de espí– ritu" (133). No faltan en san Buenaventura modos de hablar que se hacen eco de la posición falsa en que la Orden se ponía, como cuando dice escribiendo a toda la Orden: "la pobreza es la prerrogativa sublime de nuestra Orden". (Circular de 1266; Ope– ra, VIII, 47Os.) ¿ Cómo conciliar esta doctrina con el hecho de la instalación de los hermanos en conventos espaciosos, bien situados en el interior de las ciudades, hecho que Buenaventura no sólo acepta, sino que trata de justificar plenamente como un progreso positivo de la Orden? No dejó de captar la contradicción que parecía existir; y tuvo la lealtad de no buscar la base de una solución violentando el pen– samiento de san Francisco con distincio– nes sofísticas. Es interesante a este res- 130) Apologia pauperum, III, 10, Opera omnia, VIII, 246. 131 Sermón IV de s. Francisco, Opera omnia, IX, 587. 132) Cfr. LM, VII, 13. pecto cómo corrige a Celano, quien en su vita II atribuye a Francisco la distinción entre dominio y uso. Compárense los dos textos: "No quería que los hermanos vivieran en ningún lugar si no constaba el dueño cierto a quien pertenecía la propiedad... Hemos de seguir lo que está prescrito, no teniendo propiedad... Hemos de se– guir lo que está prescrito, no teniendo propiedad alguna, si bien no podemos prescindir de tener el uso de las casas en que vivimos" (2 Cel. 59). "Enseñaba a lós hermanos que cons– truyeran casas pobrecitas, a estilo de los pobres, en las cuales no debían vivir co– mo si fuesen propias, sino como los pe– regrinos y forasteros se hospedan en las casas aje_nas... Mandaba destruir las ca– sas edificadas, o salir de ellas a los her– manos, si veía en ellas algo que, por ra– zón de la apropiación o de la suntuosi– dad, era contrario a la pobreza evangéli– ca" (LM. VII, 2). Sabía perfectamente Buenaventura que la interpretación del "nada se apro– pien" de la Regla en un sentido jurídico, y por lo tanto la distinción entre propie– dad y uso, no venía de san Francisco, si– no de la declaración de Gregario IX en la bula Quo elongati. Se ve muy claro en la argumentación contenida en la Episto– la de tribus quaestionibus. Da por legíti– ma semejante distinción, lo mismo se si se trata de las casas, como de los terre– nos o de los libros y otros objetos de que disponen los hermanos: "¿A quién pertenece la propiedad? Res– pondo yo que, sea de quien sea, no es mía ni de la Orden la propiedad; y no necesi– to más para la pureza de mi concien– cia..." Cita la bula Quo elongati, y con– cluye: "Así lo ha decretado el que es Pas– tor de la Orden y de Ia,Iglesia... Puedo asegurar que tal es la conciencia de los hermanos" (134). 133) LM, VII, 9. 134) Epist. de tribus quaestionibus, 6s, Opera omnia, VIII, 333.

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