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tudes heroicas, fue llenado del espíritu de profecía y destinado al oficio angéli– co"; y "todo encendido en ardor seráfico, como varón jerárquico, fue elevado en un carro de fuego, como aparece abun– dantemente en el curso de su vida". Tal es el panorama escatológico en que ve la existencia del Poverello el prólogo de la Legenda maior. Y concluye Buena– ventura: "Por lo tanto, por el vaticinio verídico del otro amigo del Esposo, el apóstol y evangelista Juan, no sin motivo fue de– signado bajo la figura del Angel que sube del Oriente, mostrando el signo del Dios vivo. En efecto "al abrirse el sexto sello -dice Juan en el Apocalipsis- vi otro Angel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo" (111). Muy probablemente se refiere a Fran– cisco en un texto de su comentario sobre los seis días de la creación. Hablando del sexto día, que es la edad última de la historia en la concepción agustiniana, y haciendo una aplicación al momento his– tórico presente, dice: "Y fue necesario que en este tiempo viniera una Orden, es decir un hábito profético, semejante a la Orden de Jesu– cristo, cuya cabeza fuese el Angel que sube del Oriente, llevando el sello del Dios vivo, y hecho conforme a Cristo'' (112). Dos de los sermones tenidos en París toman como tema principal la idea de que Francisco es el enviado de Dios, se– llado con el sello de la pasión de Cristo. Uno es el ya citado del 16 de mayo de 1266 ante el capítulo general: Francisco es el Angel del sexto sello. Este sermón daría pie, aíios más tarde, a Pedro Juan Olivi que se halló presente, y a Ubertino de Casale, corifeos de los es– pirituales, para apoyarse en la autoridad 111) LM, Prol. l. Lo llamativo de esta concep– ción bonaventuriana movió al P. S. CLA– SEN a titular la edición alemna de la Le– genda: Fram.iskus, Engel des schsten Sie– gels. Werl. Westf. 1962. 112) Collationes in Hexaemeron, Opera omnia, V, 405s. -S7- de san Buenaventura en su afirmación de que san Francisco era, sin género de du– da, el Angel del sexto sello anunciado en el Apocalipsis, y que había comenzado la era final del "evangelio eterno" (Ap. 14, 6): "Consta por revelación clara y digna de fe, como lo predicó solemnemente fray Buenaventura, insignísimo maestro de teología y ministro general de nuestra Orden en otro tiempo, ante el capítulo de los frailes menores en París; yo se lo oí" (113). Hay otro sermón sobre el mismo tema, comentando el texto de Mt. 24, 30: "En– tonces aparecerá la señal del Hijo en el cielo." Este texto, razona Buenaventur:i, "si lo tomamos según la letra y la reali– dad histórica, se refiere a la aparición de la señal del Señor, o sea de la Cruz, en el día del juicio; según la alegoría significa la aparición de la señal de la cruz en el cuerpo de Cristo, en su pasión; pero se– gún la tropología significa la aparición de la señal del Señor en el cuerpo de san Francisco". El doctor seráfico, sin em– bargo, está muy lejos de dar a este sen– tido "tropológico" del texto en cuestión un carácter profético, como se lo darían los espirituales. Lo explica a continua– ción: se trata de la perpetuación del mis– terio de la Cruz" en el cuerpo místico de Cristo": debe aparecer siempre "en los miembros de Cristo"; no hay nadie, alis– tado en el ejército de Cristo, que pueda rehusar el signo de la Cruz de Cristo: si bien "ha habido dos miembros del cuer– po místico en que Dios ha querido ma– nifestar de manera especial el signo de la Cruz: el primero fue Constantino, el segundo Francisco... Y era natural que Dios quisiera colocar ese signo en este cielo de santidad que es la vida de Fran– cisco, ya que "la Cruz de Cristo es signo de pobreza..." (114). 6. LA CREACION "OBEDIENTE" A FRANCISCO Buenaventura no podía dejar de dar importancia a un aspecto tan llamativo y 113) Pedro Juan Olivi, citado por STANISLAO DA CAMPAGNOLA, o.e., 193; cfr. Ubertino de Casale, Arbor vitae, lib. V, c.. 3. 114) Sermón IV de s. Francisco, Opera omnia, IX, 585 - 587.
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