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-56- bula de sus señales, con lo que confirmó irrefragablemente su doctrina..., la au– tenticó con señales evidentes como una bula supercelestial y maravillosa... Da muestras, pues, de dureza de cora– zón quien todavía duda que la doctrina y la Regla de san Francisco, confirmada con tantas señales, sea camino segurísimo pa– ra conseguir la vida, constando, sobre to– do, por tantas pruebas, que Dios impri– mió esas señales en su cuerpo maravillo– samente". Y sigue razonando sobre las causas que hubo, en el designio de Dios, para reali– zar en Francisco esas maravillas. Lo exi– gía la providencia del gobierno divino: hacer de un mercader el guía de los per– fectos imitadores de Cristo, por lo cual le confió su estandarte, es decir, el signo del Crucificado. Lo exigía la necesidad fi– nal de la Iglesia: Dios, al principio, hizo brillar su poder con milagros, para expul– sar la idolatría; después, para debelar la herejía, envió los doctores; pero ahora, para encender la caridad enfriada al final de los tiempos, puso en Francisco las se– ñales de su piedad y misericordia. Lo exi– gía la misma perfección de Francisco: la estigmatización es efecto del amor perfec– to a Jesucristo (105). Cuando Buenaventura escribía su L~– genda y predicaba sus sermones era ya corriente designar el fenómeno místico de san Francisco con el término Stigmata. El primero en usarlo había sido fray Elías en la circular enviada a las provincias de la Orden al día siguiente de la muerte del santo: "Poco antes de su muerte, nuestro Hermano y Padre apareció cru– cificado, llevando en su cuerpo las cinco llagas, que son eri verdad los estigmas de Cristo" (106). El vocablo está tomado de Gal. 6, 17. Y precisamente el Apóstol ex– hibe, en ese texto, las cicatrices de los azotes y de los demás sufrimientos sopor– tados en su cuerpo como la marca -stig– mata- del Señor Jesús, que acredita pú– blicamente su pertenencia a El y la au– tenticidad de la doctrina que predica. 105) Sermón V de s. Francisco, Opera omnia, IX, 593s. 106) Epistola, n. 5; Anacleta Franciscana, X, II de s. Francisco 2, Opera omnia, IX, 595. El "ángel del sexto sello" La insistencia con que Buenaventura llama sello a los estigmas, obedece a la idea que él tiene de la misión de Fran– cisco, dentro de su concepción teológica de la historia. Los estigmas son "el sello el sumo Pontífice Cristo" (107). En el sermón primero aplica a Francisco el texto de Ageo: "Te tomaré a ti, Zoroba– bel, y pondré en ti mi sello, porque te he elegido" (Ag. 2, 24). Esa predestinación divina, explica en el cuerpo del sermón, se vió patente cuando le fueron impre– sos los estigmas de la pasión (108). Todo en la vida de san Francisco -con– cluye Buenaventura- viene a demostrar que él era un verdadero enviado de Dios (109). Y enviado precisamente para pre– parar la última venida de Cristo. Aquí el doctor seráfico, insconcientemente, se ha– lla respirando las ideas del abad J oa– quín de Fiore, que él mismo trataría de reprimir dentro de la Orden, pero que acabarían por calentar las cabezas de los que luego formarían el partido de los espirituales: comienza la era del "Evan– gelio eterno,i, de la "Iglesia espiritual", en que tendrá lugar el retorno de Elías en su "carro de fuego", la aparición del Angel del Apocalipsis, "que lleva impreso el sello del Dios vivo" (Cristo) y al cual será entregado el Evangelio eterno (110}. Francisco es como una nueva manifes– tación de Cristo. Lleva en su persona "el signo de Alianza del Señor". Anunciando a los hombres la paz y la salvación, se ha dado a conocer como "el Angel de la ver– dadera paz". Y predicando la penitencia con la palabra y el ejemplo, a semejanz:i de Juan el Bautista, ha puesto de mam– fiesto haber sido enviado por Dios "a prepararle los caminos en el desierto de la altísima pobreza". Más aún, se puede deducir razonablemente que ha venido "con el espíritu y la virtud de Elías", ya que "fue prevenido con los dones de _la gracia divina, enriquecido luego con vir- 107) LM, XIII, 9. 108) Sermón I de s. Francisco, Opera omnia, IX, 573 - 575. 109) LM, XII, 12. 110) Véase el excelente estudio del P. STANIS– LAO DA CAMPAGNOLA, L'Angelo del Sesto Sigillo e l'Alter Christus. Roma, ed. Lau– renti~um, 1971.

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